a la conservación de la vida,
a la unión sexual y a la educación de la prole,
al conocimiento de la verdad conforme a la razón y la fe,
a la vida en sociedad.
Apuntes del Curso Moral Fundamental
Prof. Pbro. Jorque Pacheco, moralista
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La mamá de Natalia le decía a Alicia, la organizadora del evento, que en algún momento en el pasado reciente, su hija había estado en contacto con una noticia o acontecimiento sobre el aborto en la que se mostraba la imagen del bebé Aído.
La mamá narraba cómo a Natalia, de ocho años, le había impactado sobremanera el tamaño del bebé, a tal punto que se involucró profundamente en el tema del aborto que la condujo, inevitablemente a conocer – a tan corta edad- que existen mujeres que deciden arrancar de sus entrañas a un bebé “tan diminuto” y más aún, que existen gobernantes en países como España que piensan que eso está bien.
La mamá comentaba cómo fue que juntas se habían dedicado durante meses a investigar sobre el aborto, habían estudiado, leído, consultado y finalmente redactado un discurso con el que Natalia participó en un concurso de oratoria en su escuela, el cual, por cierto, ganó.
He ahí lo que Natalia ve con tanta naturalidad y que no vemos: para Natalia es natural ser racional, he ahí la cuestión, esto es lo que ha pasado con los adultos: ¡han perdido la razón!.
¡Y, vaya, que si que la han perdido!.
Hoy, después de un día tan intenso con esto de la Marcha ante la Embajada, un día tan caluroso y ajetreado, que fue precedido de apasionantes lecturas y participación en tantos blogs y foros de la Web, de tantas pláticas con gente conocida, hoy viernes, cerré a las 5 PM, asqueada con una de las narraciones más brutales, sino la más brutal, que he escuchado de un crimen por un testigo presencial. No, y no fue la narración de un aborto, fue la narración que hizo uno de los trabajadores de la construcción de nuestro invernadero a todos los que estábamos ahí presentes y giró en torno a cómo se desarrollaron los acontecimientos que dieron fin a la vida de un extranjero hace muchos años en un lugar al frente de mi casa. El crimen se suscitó dentro de un baile por un grupo de hombres ebrios y problemáticos que no tienen, para desgracia suya, ni siquiera la culpa de ser así, pero que por ser como son, andan provocando -con su brutalidad- más miseria y muerte que una pandemia. ¡Pobres vidas miserables! –y yo pensando en Natalia-. ¡Pobres mentes enfermas! –y yo recordando a Natalia-. ¡Pobres hombres mediocres y pusilánimes que no movieron un dedo para evitar la muerte de aquél pobre muchacho! -y yo con Natalia en mente-. ¡Pobres criaturas imbecilizadas por las pasiones y el alcohol! -y yo, con la dulzura del rostro de Natalia en mis recuerdos-. ¡Pobres desgraciados!.(¡Dios tenga misericordia de ellos!) Si, si, si… (suspiro) Y yo, pensando en Natalia, pensando –dentro del asco y la repugnancia que me dejó este último suceso del día- en que si, en Natalia todavía hay esperanza para el ser humano, todavía la hay.
"Les aseguro que si ustedes no cambian
o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos".
Mateo 18, 3
"El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre,
me recibe a mí mismo".
Mateo 18, 5
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Créditos
La fotografía de Natalia la tomé de las que fueron publicadas
en la Web por la organización http://www.dejamenacer.org/