25 de enero de 2011

Mejor que la realidad

Nos sucede con frecuencia que en lugar de mirar la realidad de frente volvemos la mirada hacia lo que esperamos que ella sea, lo cual es -en la mayoría de los casos- pura abstracción y cuidado sino hasta ficción.

Así me ha pasado en los últimos días con un par de cosas.

La primera fue el viernes por la tarde cuando mi amigo Víctor J. me llamó para que organizáramos los detalles del almuerzo de nuestro grupo que tendríamos en casa el sábado. 

Víctor J. llamó justo cuando estaba pagando la planilla a los trabajadores por lo que le dije que me disculpara y que le llamaría después. Claro, no dijo más que su nombre y por el tono de su voz di por sentado que era don Víctor H., un agricultor que me llama con frecuencia.

La cosa es que Victor J. llamó y no supe que era él y ni lo sospeché porque me sentía extremadamente cansada por lo que mi subconsciente estaba evitando a toda costa pensar en la actividad adicional del sábado; así que para cuando el viernes a las 8pm recordé el almuerzo y llamé a Diego para preguntarle en qué habíamos quedado, me preguntó:- “Pero, Víctor J. no te llamó?”. “No, no lo hizo”, respondí muy tranquila, pero claro que lo había hecho y eso se me aclaró más tarde cuando hablé con él.

El colmo fue que mi subconsciente tampoco quería saber de Víctor H. porque no le regresé la llamada tal cual se lo prometí. ¿Se dan cuenta?

Afortunadamente, Víctor H. vino con Beleida, su mujer, a tomar café el domingo por la tarde y tuve oportunidad para disculparme. 

Otro clarísimo ejemplo es mi obstinación en que cuanto al entrenamiento y cuidado de los perros de la familia lo que le ha costado caro a mi perra vieja y mañosa en más de una ocasión. 

La última fue el lunes por la tarde cuando decidí sacar a pasear a la perra huskie de mi hermana a la que están entrenando para que se acostumbre a su corral. 

Ni siquiera sospeché que con el estrés que estaría manejando podría atacar a mis otros perros y así sucedió, atacó a mi perra y para cuando pudimos separarlas mi ropa y mis brazos estaban bañados en sangre. Ahora tengo un ligamento del dedo índice de la mano derecha algo averiado, deberé llevar a la perrita al veterinario y, definitivamente, ya no podré sacar a pasear a la perra de mi hermana.

La realidad a veces le da desde pequeñas bofetadas hasta palos a nuestra conciencia y es que, a veces también, preferimos que el mundo, las personas, Dios, nuestro amado Jesús, la Iglesia, sean tal cual los concebimos en lugar de tal cual son.

Qué graciosos, en el fondo lo hacemos porque consideramos que eso que damos por llamar “realidad” y que no es sino abstracción y ficción, es mejor que la realidad que pone Dios a nuestra disposición. 

Claro, por esa terquedad, es que la realidad nos obliga aprender a palos. ¡No nos extrañemos, pues!.

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