“Para uno que está enamorado todo se vuelve interesante:
una buena noticia, un encuentro,
cualquier cosa que suceda todo se vuelve interesante.
A uno que ha encontrado a Cristo,
todo se vuelve signo de Él”
(Julián Carrón)
Muchos coincidirán conmigo en que un material agradable al tacto es el algodón, ya sea para la ropa interior o cualquier otro tipo de indumentaria, el algodón parece existir para estar en total correspondencia con el tacto, no es verdad?
Lo mismo pasa con el agua y menciono el agua porque conozco mucha, demasiada gente quizá, que pasa por la vida asegurando que no tiene ninguna afinidad con ella, nunca se meten en mar, ni se han dado un chapuzón en el río, no les atrae empaparse en un aguacero y, para colmo, rara vez la beben.
Vivir sin experimentar interés por conocer cuánto se identifica el tacto con el algodón o sin desarrollar el gusto por el agua fresca, desde mi punto de vista, es expresión de cansancio y desinterés por lo humano.
“Mi vida entera ha estado atravesada por un hilo conductor, que es el siguiente: el cristianismo da alegría, amplía los horizontes” (Luz del mundo, p. 23).
Por mucho tiempo, hasta por toda la vida en ocasiones, es posible vivir tanto sin alegría como sin identificar ese hilo conductor y por tanto, sin ampliar los horizontes, tanto como se puede vivir por largos años sin reconocer la correspondencia del algodón o del agua con el propio cuerpo.
“Hoy nos encontramos ante una «crisis de lo humano» que se documenta en un desinterés y un cansancio ante la realidad, que afecta a todos los aspectos de la vida de la gente” (El prodigio que todos esperamos) y, probado está con el asunto del agua y del algodón así como con ese caminar sobre la superficie de la realidad.
Qué es más difícil: despertar cada día haciendo conciencia de la Presencia de Cristo en nuestra vida que despertar haciendo conciencia de la realidad? Y, parece mentira pero, una y otra respuesta son evadidas constantemente.
“Es una desgracia para todos, de hecho, que las personas no pongan en juego su razón y su libertad”. (El prodigio que todos esperamos)
No poner en juego la razón y la libertad ante la Presencia de Cristo en cada amanecer de nuestra existencia es igual de nefasto que no ponerlas en juego ante el algodón o el agua, porque, es o no Cristo fundamento de todo lo creado?
Cada amanecer es fascinante porque nos despierta ofreciéndonos un desafío, como diciendo “Vengan a ver”, con esto la luz del día nos pone a prueba como nos pone nuestro cristianismo y por eso no podemos evadir ni la luz de la mañana ni nuestro cristianismo porque si lo hacemos quedamos reducidos en nuestra razón y libertad; de tal manera que nada de nada entra en juego, en nada cambia la realidad nuestra existencia pero tampoco la cambia nuestro cristianismo.
Cristo despertó muchas mañanas de Año Nuevo bajo la luz de este mismo sol y tomó el desafío: probó el trabajo manual, estuvieron sus pies en contacto con las piedras y el polvo del camino; vistió con tejidos semejantes al algodón y el agua tenía que haber formado parte de su higiene, de la diversión y de su dieta; que se conozca, nunca puso objeción alguna a la realidad.
De Jesús, esto fue lo que les fascinó, fue como si con su vida les dijera: “Mira a ver si, conviviendo conmigo, encuentras algo interesante que haga tu vida más plena, más grande, más feliz. Lo que tú no puedes obtener con tus esfuerzos, lo podrás tener si me sigues” (El prodigio que todos esperamos)
“Venid y lo veréis”
Que el Nuevo Año que este día amanece sea para cada uno de ustedes signo de Él.
Lo mismo pasa con el agua y menciono el agua porque conozco mucha, demasiada gente quizá, que pasa por la vida asegurando que no tiene ninguna afinidad con ella, nunca se meten en mar, ni se han dado un chapuzón en el río, no les atrae empaparse en un aguacero y, para colmo, rara vez la beben.
Vivir sin experimentar interés por conocer cuánto se identifica el tacto con el algodón o sin desarrollar el gusto por el agua fresca, desde mi punto de vista, es expresión de cansancio y desinterés por lo humano.
“Mi vida entera ha estado atravesada por un hilo conductor, que es el siguiente: el cristianismo da alegría, amplía los horizontes” (Luz del mundo, p. 23).
Por mucho tiempo, hasta por toda la vida en ocasiones, es posible vivir tanto sin alegría como sin identificar ese hilo conductor y por tanto, sin ampliar los horizontes, tanto como se puede vivir por largos años sin reconocer la correspondencia del algodón o del agua con el propio cuerpo.
“Hoy nos encontramos ante una «crisis de lo humano» que se documenta en un desinterés y un cansancio ante la realidad, que afecta a todos los aspectos de la vida de la gente” (El prodigio que todos esperamos) y, probado está con el asunto del agua y del algodón así como con ese caminar sobre la superficie de la realidad.
Qué es más difícil: despertar cada día haciendo conciencia de la Presencia de Cristo en nuestra vida que despertar haciendo conciencia de la realidad? Y, parece mentira pero, una y otra respuesta son evadidas constantemente.
“Es una desgracia para todos, de hecho, que las personas no pongan en juego su razón y su libertad”. (El prodigio que todos esperamos)
No poner en juego la razón y la libertad ante la Presencia de Cristo en cada amanecer de nuestra existencia es igual de nefasto que no ponerlas en juego ante el algodón o el agua, porque, es o no Cristo fundamento de todo lo creado?
Cada amanecer es fascinante porque nos despierta ofreciéndonos un desafío, como diciendo “Vengan a ver”, con esto la luz del día nos pone a prueba como nos pone nuestro cristianismo y por eso no podemos evadir ni la luz de la mañana ni nuestro cristianismo porque si lo hacemos quedamos reducidos en nuestra razón y libertad; de tal manera que nada de nada entra en juego, en nada cambia la realidad nuestra existencia pero tampoco la cambia nuestro cristianismo.
Cristo despertó muchas mañanas de Año Nuevo bajo la luz de este mismo sol y tomó el desafío: probó el trabajo manual, estuvieron sus pies en contacto con las piedras y el polvo del camino; vistió con tejidos semejantes al algodón y el agua tenía que haber formado parte de su higiene, de la diversión y de su dieta; que se conozca, nunca puso objeción alguna a la realidad.
De Jesús, esto fue lo que les fascinó, fue como si con su vida les dijera: “Mira a ver si, conviviendo conmigo, encuentras algo interesante que haga tu vida más plena, más grande, más feliz. Lo que tú no puedes obtener con tus esfuerzos, lo podrás tener si me sigues” (El prodigio que todos esperamos)
“Venid y lo veréis”
Que el Nuevo Año que este día amanece sea para cada uno de ustedes signo de Él.