Ok, pues bien, parece que entró de lleno el verano así que basta de introspecciones propias del invierno.
De hoy en adelante y por un rato me dedicaré a comentar trivialidades como la de la chichota del tamaño de un aguacate que me salió tras el cocazo de madre que me di contra una tabla del techo de los bancales o como la mala noche que me ha dado un hato que esta noche se introdujo al jardín y que, junto a mis perros que se creen pastores, me han robado la tranquilidad y el sueño.
De hoy en adelante y por un rato me dedicaré a comentar trivialidades como la de la chichota del tamaño de un aguacate que me salió tras el cocazo de madre que me di contra una tabla del techo de los bancales o como la mala noche que me ha dado un hato que esta noche se introdujo al jardín y que, junto a mis perros que se creen pastores, me han robado la tranquilidad y el sueño.
Hoy es viernes y no es día de cosecha así que tendré bastante tiempo para dedicarle a otros asuntos, tal como ir al supermercado para reponer el kilo de queso que mi perra más vieja y mañosa se engulló anoche; también me dedicaré a quitar el árbol de navidad que si no lo hago -conociéndome- podría llegar marzo sin hacerlo.
Más la obligación no lo será todo, también me dedicaré a cosas más divertidas e interesantes como lo es la lectura del libro “Viaje de Jerusalén” del cual Bruno Moreno de Vita Brevis me ha pedido una reseña.
Tengo que organizarme porque quiero retomar mis frecuentes visitas a la piscina, así como sembrar un almácigo con las semillas de flores de la sierra que traje de Perú así como hacer el viaje a Santa Ana para comprar potes de cerámica para pintar o bien planificar mis saliditas a la playa para el próximo mes.
Como ven, un viernes intenso me espera. Viernes de verano.
Tengan un hermoso fin de semana.