16 de diciembre de 2009

Aquí escuchamos únicamente y totalmente de Dios


“… la Liturgia y el templo unen cielo y tierra. Por eso Cristo es la Palabra…”.


Me valdré de este hermosa y acertada idea del buen amigo Miserere mei Domine para introducirme en el tema que me quedó rondando en la cabeza desde que leí al Cardenal Newman el otro día. Éste su texto, me sugirió muchísimas imágenes, aquí, el mejor rastro que de ellas he podido dejar.

El Cardenal decía “Heaven then is not like this world; I will say what it is much more like,—a church”.
“El cielo, entonces, no es como este mundo; diría que es en mucho, más como -una iglesia”.

(Si bien, traducido del inglés, una iglesia es un templo, me he quedado con la traducción literal que me parece representa lo que ha querido expresar el Cardenal Newman)

El Cardenal enseguida añade: “For in a place of public worship no language of this world is heard; there are no schemes brought forward for temporal objects, great or small; no information how to strengthen our worldly interests, extend our influence, or establish our credit. These things indeed may be right in their way, so that we do not set our hearts upon them; still (I repeat), it is certain that we hear nothing of them in a church. Here we hear solely and entirely of God. We praise Him, worship Him, sing to Him, thank Him, confess to Him, give ourselves up to Him, and ask His blessing. And therefore, a church is like heaven; viz. because both in the one and the other, there is one single sovereign subject—religion—brought before us”.

“Para ser un lugar de culto público no es allí escuchada ninguna lengua de este mundo; no existe allí confabulación alguna para traer al presente asuntos de orden temporal, grandes o pequeños; no hay información sobre cómo fortalecer nuestros intereses mundanos, ampliar nuestra influencia o establecer nuestro crédito. Estas cosas, de hecho, pueden ser adecuadas a su manera para que no fijemos nuestros corazones en ellas; aún así, (repito), es cierto que no hemos oído nada de ellas en una iglesia. Aquí escuchamos únicamente y totalmente de Dios. Le oramos, Le alabamos, Le cantamos, Le agradecemos, nos reconocemos ante El, nos entregamos a El, y pedimos Su bendición. Por lo tanto, una Iglesia es como el cielo; y esto es porque, tanto en el uno como en el otro, hay un único tema soberano: religión — ante nosotros”.

Religión, re-ligare, relación… familiaridad entre lo vertical y horizontal, movimiento que es introspección y extroversión, que es elevación y descendimiento, un entreveramiento de ámbitos espectacular… “aquí escuchamos únicamente y totalmente de Dios”, entre el cielo y la tierra, en este lugar donde los límites y coordenadas se desvanecen.

Religión, re-ligare, relación, cuya iniciativa siempre fue, es y será de la Palabra. Palabra “cuya acción es eficaz y realiza lo que pronuncia” –particularmente- aquello que es comunión.

Palabra que enlaza, y que, sobre el sonido de unas vocablos nos hace llegar contenidos de una naturaleza diferente a la nuestra pero con la que, misteriosamente (o no tanto), nos identificamos como si de la nuestra se tratara, vinculándonos a un solo Cuerpo.

Religión, re-ligare, relación, cuyo protagonista es la Palabra, que crea pero también regenera, gestiona, ofrece, se expone, se eleva hasta que parece casi extinguirse y desaparecer, llegando hasta donde solo Ella puede llegar y, de donde descenderá de nuevo, cada vez, cada tanto, hasta nosotros, en cada encuentro, en cada celebración.

La Palabra da forma, moldea a la iglesia; de Ella –como de las manos de un alfarero- toman estatura los muros y las columnas, las cúpulas su doble capacidad de acogida y elevación, traslucidez y belleza sus vitrales, grosor las puertas, magia los colores, contorno y hermosura las imágenes, y ¡los íconos!, la claridad y la penumbra cada una su carácter. De Su acción eficaz, como de un surtidor, nuestras voces, nuestros gestos y espíritu, como-en-Uno existiendo sin perder identidad.

También los espacios que parecen que no dicen nada, que nada poseen, estos espacios también La contienen. Ese espacio aparentemente vacío, por el fenómeno físico del sonido en el aire, es canal, medio o instrumento que La acerca a nuestros sentidos, fecundándolos; es espacio en que las alas de la razón y la fe echan vuelo, espacio que como en un yunque se forja nuestra voluntad y es espacio en cuya vastedad somos total y absolutamente libres.

Todos, física y espiritualmente, somos en la Palabra y por Ella, plenificados. No hay nada ni nadie que en una iglesia escape a Su poder, a menos que así lo desee.

Si, Miserere amigo, “… la Liturgia y el templo unen cielo y tierra. Por eso Cristo es la Palabra…”, así es, Cristo es la Palabra. Palabra con poder para excluir el espacio/tiempo entre los hombres, en este lugar entre el cielo y la tierra: la iglesia o, ¿es el cielo? (Ya no se bien, la verdad).

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