5 de diciembre de 2009

Nuestra incredulidad

“En gran medida, el afán de presentar excusas
es producto de nuestra incredulidad:
pensamos que Dios no nos acogerá
sin un argumento en favor nuestro;
 pero en esas condiciones no existe perdón”.
C.S. Lewis


Necesidad de aprobación, aprobación, aprobación… o amor absoluto e incondicional, en último caso, es a lo que parece reducirse el conflicto del ser humano consigo mismo. Conflicto que si no se resuelve, redunda en verdaderas catástrofes en las relaciones humanas.

Ayer escuché a una psicóloga decir, refiriéndose a un caso de un paciente que se queja de su jefe autoritario y poco asertivo: “La aprobación que necesitamos hemos de adquirirla de nosotros mismos”, y yo digo: “Si, está bien, pero por sobre nuestra aprobación, el corazón del hombre busca y anhela una aprobación mayor y es ésta, el perdón de Dios”. Perdón que se realiza al cancelar la deuda sobre lo imperdonable, pero también sobre lo inexcusable.

No hace falta excusarnos ante Dios, ante nosotros mismos ni ante los demás, porque no necesitamos ser disculpados, sino perdonados.

Caer en la cuenta de que el perdón de Dios está disponible y que no necesitamos excusas para alcanzarlo, es en lo que radica la condición para obtenerlo.

Dios acoge y perdona absoluta e incondicionalmente tanto lo imperdonable como lo inexcusable, pero, le creemos? Pues deberíamos, ya que en creerle, nos jugamos el conocer de qué forma absoluta e incondicional nos ama.

¡Ahí está toda la aprobación que necesitamos!

***
Oración
Señor, permite que en esta vida,
consiga presentarme ante ti y mirarte de frente
sin la pusilanimidad del incrédulo que duda de tu Misericordia.
Amén


***
Para variar, la Buhardilla de Jerónimo, se presentó en mi camino esta mañana
con el artículo de C.S Lewis que dio origen a esta pequeña reflexión. Lo recomiendo.

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