¡Vaya Navidad!, es lo que diría si no tuviera ojos de cristiana, y no crean, estoy a punto de decirlo, pero los tengo, tengo ojos de cristiana y miro, miro con ojos de cristiana.
Si no tuviera ojos de cristiana, que los tengo –por si no quedó claro o todavía no me lo creo- diría que esta Navidad no lo parece, que nada parece que estoy-estamos celebrando algo… No he puesto mi árbol, no he puesto el pesebre, no hay una sola lucecita en mi casa, no hice tamales ni pastel navideño, no compré regalos...
Pero, qué ha pasado?
Pues nada, que me enfermé, estoy hace dos semanas lidiando, primero con algo que era un simple resfrío, que pasó luego a ser un ataque de asma y que derivó en una inflamación gravísima de la garganta y la laringe. He debido ir dos veces al hospital, una de ellas para descartar que fuera gripe porcina, que por cierto no lo es (no estaría aquí con ustedes) y he debido tomar tantas medicinas que mi estómago ya está que “pega el grito al cielo”, sin mencionar que me han recetado cinco días de esteroides y ¡sorpresa!, me han ¡despertado el apetito! (como si lo necesitara).
Así que nada, no adorné de Navidad como lo hago desde el 16 de diciembre, he debido quedarme el domingo Gaudete y éste domingo en cama sin ir a misa, no puedo salir, ni apoyar a mi hermano en la hidroponía, casi no puedo concentrarme para rezar, ni para leer, difícilmente consigo atender la casa y ni qué se diga de escribir para este blog.
La cosa es esa, que si no fuera cristiana y no tuviera mirada de cristiana, seguiría exponiendo mis quejas (ya me detengo) y no vería lo que hay detrás de todo esto: una confabulación universal para que pase la Navidad de diferente manera. (Eso es, ¡ni qué dudarlo!)
Porque siempre, o al menos durante mi vida adulta, las Navidades han sido perfectas: la casa adornada, dulces y golosinas por todas partes, actividades con los amigos y parientes, la tamaleada, el queque de navidad, la organización con los hermanos, los regalos para todo el mundo, las misas, todo perfecto, en cambio esta vez no, nada de nada, nada, o sea, nada.
Y es que, digo yo, si no tuviera ojos de cristiana estaría quizá triste, porque todo en el exterior dice que no es Navidad ni que llegará a serlo si no me siento mejor para el 24, y todo en el exterior dice que debería estar desanimada porque nada está sucediendo como suele suceder o lo he planeado; pero no, resulta que soy cristiana y miro las cosas diferente: esta es la Navidad aquella que tenía que llegar algún día, la Navidad que ha sido privada de todo lo que la ha adornado siempre y por lo mismo, porque es una Navidad poco común, es que me daré desde hoy hasta el próximo viernes, tiempo para atender con cuidado y ternura esta Navidad, que parece ser la única y verdadera Navidad de mi vida, porque es la de verdad, esa que nunca había sucedido realmente, la que está acaeciendo en mi interior por estar enferma.
Es esta Navidad y de ella nada más, de este pesebre que es mi vida en este momento, de donde veré nacer al pequeño Niño anunciado como Luz para los hombres; Luz debido a Quien mis ojos están en capacidad de mirar con los Suyos esta Navidad tan singular.
Amén
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¿Ven? ¡Ojos de cristiana tengo! Casi no me lo creyeron, ¿verdad?
Ah, bueno, y dirán que para estar enferma estoy muy animada, y claro, tienen razón, pero es que lo que no saben es que además de "ojos", tengo también, "ánimo" de cristiana.
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(Oh, Dios! Por favor, solo espero estar mejor para llevar el cariñito de Navidad a algunas criaturas de mi barrio que cuentan con ello!)