3 de diciembre de 2009

Y, ¡yo solo miro al Papa! porque se que juntos miramos a Cristo

¡Vaya cosas! ¡Lo que es el estrabismo eclesial!

Les ha de haber sucedido como a mi que, si con un ojo miro al Presbítero se vuelve borrosa la imagen del Papa y que si miro al Papa se sale de foco la imagen del Presbítero o la del Obispo, no es cierto? Por eso “¡yo miro solo al Papa!”

Me he prendido de lo que ha dicho recientemente Monseñor Giovanni d´Ecorle [1], Obispo auxiliar de L´Aquila para introducirme en esto que espero sea una especie de declaración acerca de por qué miro solo al Papa.

Las razones son obvias, es decir, al Papa se le ha de mirar siempre, pero -como en nuestros tiempos- si uno lo mira se arriesga a regañinas de Obispos y presbíteros, pues que entonces, vale la pena y es oportuno expresarse al respecto.

Conversaciones que he tenido personalmente, tanto como vía Internet, con varios sacerdotes, seminaristas, así como con asistentes en asuntos litúrgicos de la Curia Metropolitana y de la Conferencia Episcopal me llevaron a tomar la decisión de mirar solo al Papa. Y lo miro por las siguientes razones:

Miro al Papa, porque entiendo que las razones pastorales para dar la comunión de pie y en la mano en lugar de rodillas y en la boca no han de estar sobre razones teológico-doctrinales. Lo teológico-doctrinal, para aquellos que no lo saben, no lo recuerdan o prefieren ignorarlo, son fundamento de lo pastoral.

Lo miro al papa, porque también se que ofrecer la Sagrada Comunión de pie y en la mano fue un indulto a las Conferencias Episcopales que lo solicitaron hace mucho tiempo, las cuales –inaudito- resultaron ser la mayoría.

Conservo la mira fija en él, porque también se que nunca fue abolida la misa en la forma extraordinaria, por lo que, si no escucho al párroco y al Obispo mencionarlo aún cuando el Papa y algunos Obispos llaman nuestra atención sobre el tema, mi conciencia me obliga mirar al Papa.

Miro al Papa porque el Papa ha venido expresando claramente desde hace muchos años que el sentido de Misterio se ha perdido y lo miro, porque se que teólogos -entre los cuales incluyo a Vicarios y Secretarios de Liturgia-, hacen nada o muy poco por llamar la atención de sus Obispos sobre el tema. Y mi mirada continuará fija en él, mientras la mirada del Obispo mire para otro lado.

Lo miro porque entiendo que no existe una Iglesia pre y post conciliar, sino la única Iglesia, santa, católica y apostólica que en el continuum del tiempo y del espacio hace presente a Cristo en el mundo y particularmente en la Liturgia.

Mírole también porque, por cosas de la vida,  no soy teólogo y soy, por gracia de Dios, de la gente sencilla que como María Magdalena, la samaritana, Zaqueo, Pedro o Juan, se han encontrado cara a cara con el Misterio.

Y se que esto ha sido así porque la acción de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es experiencia de vida cada día y cada instante, porque el Misterio da sustento e ilumina todo lo que pienso y hago, porque se que su vida es mi vida y la mía suya.

Miro al Papa porque Cristo es novedad para mi, porque es mi Dios, mi hermano y compañero de ruta, cuya vida, muerte y resurrección iluminan cada despertar, porque es Dios hecho hombre en cuyo pecho encuentro consuelo, de cuyas manos recibo la gracia de los Sacramentos, de nuestras pláticas una amistad creciente y sobre cuyo regazo descanso del peso de mis debilidades, cada día y a cada instante.

Y lo miro al Papa, porque el cristianismo es la religión de los necios, y soy –a mucha honra- una de ellos; lo miro porque como a Juan, no me importa que me llamen necia, loca, fanática; lo miro porque como Pablo, se que he vivido en la ignorancia; lo miro como María porque se que a los pies de la Cruz, junto a su Hijo y en El, ella y yo, nos donamos a diario por la Redención del mundo.

Lo miro, porque todo esto me conmueve a tal punto que por eso me he puesto a caminar tras el Dios Encarnado como discípulo suyo, fiel y convencido.

Lo hago, porque, a diferencia de los doctos, se que existe, tal y como ha dicho el Papa “otro modo de usar la razón, de ser sabios, que es el del hombre que reconoce quién es; reconoce la propia medida y la grandeza de Dios…” [2]

Y se me va la vida en mirarlo, porque precisamente, no ha sido para mi fácil el camino de la humildad, a la que ¡Bendito Dios! le he venido tomando el gusto; le seguiré mirando, porque he comprobado que, solo “abriéndose en la humildad a la novedad del actuar de Dios…“ [3] nos salvamos de mirar Cristo como mero hombre y a nosotros como tristes y desentendidos burócratas a su servicio.

Miro al Papa, porque se que en él también miro a Cristo, como lo mira arrobado cada sacerdote que pone entornados ojicos de amor durante la consagración; lo miro “de este modo, precisamente [porque se que] aceptando la propia pequeñez, haciéndose pequeño como [se es] realmente, [se] llega a la verdad “ [4].

Mi mirada está fija en él porque “de este modo, también la razón puede expresar todas sus posibilidades, no se apaga, sino que se amplía, se hace más grande” [5] y se hace también más grande el alma y el cuerpo y los sentidos todos.

Lo miro, finalmente, porque se que el Papa mira a Jesús en la Eucaristía como lo miro yo y porque ambos tenemos fija nuestra mirada en Él, así como todos los que con él y sus Obispos celebran, por éstas y muchísimas otras razones, Misas Pontificiales en la forma extraordinaria, en la certeza de que –contrario a lo que muchos piensan- no se está perdiendo nada, y si ganándolo Todo.

***

Lo miro además por una razón muy personal, porque la Misa Extrordinaria (que nunca he presenciado, ni aún solicitado pero a la que espero alguna vez asistir) expresa con su belleza todo lo que en una misa no-extraordinaria sucede en mi interior.


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[1]“Es necesario mirar a la Iglesia con ambos ojos, como he dicho en televisión. Un ojo sobre el Papa; el otro sobre el obispo y el párroco. Si el obispo y el párroco dicen lo mismo que el Papa, existe la unidad. La falta de unidad hace mucho daño a la Iglesia. Si el obispo no dice lo mismo que el Papa, me viene el estrabismo. ¡Y entonces yo miro sólo al Papa!”
[2] Homilía del Papa Benedicto XVI en la Santa Misa con los miembros de la Comisión Teológica Internacional, Capilla Paulina, martes 1º de diciembre de 2009
[3] Ibid
[4] Ibid
[5] Ibid

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