25 de diciembre de 2009

Por aquello de las serpientes

No existe adoración al Niño Dios que no lleve implícita la adoración del ser humano en El.

Esto lo menciono porque durante toda la preparación a la Navidad, se encuentra uno con otros y consigo mismo, revistiendo el exterior de mil adornos y formas, excluyendo a Dios de nuestras actividades y es cosa muy triste.

Es difícil adorar al hombre que ha sustituido su parte divina con las exigencias que le impone la sociedad y el consumo, para ser sincera, es difícil adorarle en uno mismo cuando uno mismo se deja sujetar por compromisos sociales que no desea, como por ejemplo: todo lo que los demás esperan de ti para Navidad.

Qué caray! Este asunto de ser soltera en una calamidad, no crean que no. Llegar a mi edad, soltera, viviendo en la casa de tus padres al cuidado de tu padre mayor, ausente la madre me convierte “automáticamente” en otra madre y vaya que no me queda bien el traje.

Cuando se acercan estas fechas, me pregunto, qué es lo que hace un cristiano en Navidad? Se bien la respuesta pero las circunstancias me empujan en la dirección opuesta, no importa cuánto esfuerzo ponga por desentenderme de trivialidades, me atrapan al vuelo.

Ahora bien, me pregunto, cómo adorar a los hombres que me empujan en la dirección que no deseo sin perder de vista que ellos también participan de la vida divina? Pues mirándome, digo yo, mirando la parte de mí que también participa de esa vida.

Cuál es esa parte? Qué hace en Navidad esa parte? Qué hago toda yo, mujer llamada a vivir la plenitud de la gracia?

Pues nada, recodarme a mi misma que Dios ocupa el centro de mi vida, y que si para otros no lo ocupa, para mi si y eso implica que también puedo y he de mirarles con los ojos de Dios.

Y cómo miran los ojos de Dios al hombre? Le miran con adoración.

Adorar, sin importar cuán difícil los otros lo pongan o lo difícil que nos lo pongan nuestras propias flaquezas; adorar sus grandezas y sus miserias, sus extravíos tanto como sus aciertos, adorarlos en cuerpo y alma, en la totalidad de su humanidad divinizada.

Comentaba mi querida amiga Susan sobre el video del jardín de mi casa en Navidad, decía que en mi jardín (que es el jardín también de mis dos hermanos que viven en sus casas en este mismo jardín) se siente la presencia de Dios (no es la primer persona que lo menciona) y creo que tiene razón, en este jardín, en esta casa hemos aprendido, estamos aprendiendo (porque es tarea de toda la vida) adorar a Dios y en El al hombre y a la creación. Por eso también le decía que el mérito de tener un hermoso jardín donde se siente la presencia de Dios, no es mérito nuestro, todo es de Dios, suya es la gracia y la belleza de la creación por lo que, de lo único de lo que podrían responsabilizarnos o agradecernos, en todo caso, es por el afán que ponemos en procurar mantener corto el pasto, y que lo hacemos no más, por aquello de las serpientes.

¡Feliz Navidad! Recuerden que ésta se prolonga hasta enero, todavía tenemos muchos días por delante para adorar.



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