Para Mariano
En momentos incertidumbre, somos más sensibles y, con nuestros sentimientos a flor de piel somos carnada fácil para la tristeza, la duda, la desconfianza, basta con mirar en la Escritura las escenas posteriores a la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.
Los tiempos que vivimos, nadie lo duda, son una flagrante agresión para la sensibilidad de una persona normal, no digamos ya para alguno de esos seres excepcionalísimos, no; para nosotros la gente de a pie el ajetreo diario, las noticias, lo que se publica en Internet, lo que se platica en el trabajo, en la Universidad, con los vecinos, lo que se vive diariamente, significa una total y completa agresión para una sensibilidad promedio.
No en vano vemos cada vez más personas que pierden el control de sus emociones fácilmente.
Los hijos de Dios, los bautizados, no podemos permitir de ninguna manera que nuestra psique ni nuestro espíritu se vean influenciados a tal grado por este estado de cosas al punto que nuestra confianza y esperanza se debiliten.
Hemos de traer a la memoria frecuentemente que no somos solo sentimientos, ni que nuestros sentimientos somos nosotros, también somos inteligencia y capacidad de razonar, nuestros pensamientos también somos nosotros.
Esto qué significa? Significa que hemos de aprender, para conservar nuestro balance, a diferenciar claramente nuestras reacciones emocionales de las racionales.
Y cómo hacerlo? Jesucristo viene en nuestro auxilio, ya verán de qué manera.
Muchos no han adquirido la costumbre de mirarse con atención y con ternura, no es culpa suya, no siempre se presenta la oportunidad de aprenderlo o muchas veces, no sabemos cómo hacerlo y si lo sabemos, nos da miedo permanecer en silencio a solas con nosotros mismos; pero es imprescindible intentarlo, porque del ejercicio de esta experiencia obtenemos las armas para enfrentar la realidad tal cual se nos presenta y nos capacitamos para no sucumbir ni emocional ni espiritualmente ante ella.
Solo así podemos no doblegar nuestra razón ante emociones fuera de control; porque, "...sólo tomar conciencia atenta y también tierna y apasionada de mí mismo puede abrirme de par en par y disponerme para reconocer, admirar, agradecer y vivir a Cristo. Sin esta conciencia incluso Jesucristo se convierte en un mero nombre". [1] Y, sin esa conciencia atenta, tierna y apasionada de mi mismo, me convierto también en un mero hombre, cuando en realidad soy aquél por quien Jesucristo ha pagado con su muerte mi rescate y aquél a quien ha llamado para estar ante su presencia desde la creación del mundo.
Ciertamente, no meros ni pocos hombres y mujeres con emociones fuera de control es lo que vemos en la Escritura; todos ellos, fundamentados en su confianza en Dios, acogiéronse a sí mismos y la realidad tal cual se les presentó con ternura y gratitud, con coraje y temple excepcional.
O es que acaso sabemos de alguno que bajo gran presión haya sucumbido, se haya doblegado o haya sido capaz, en todo caso, de escabullirse de su misión?
Podría haber escapado Moisés?
“¿Quién dio al hombre una boca? ¿Y quién hace al hombre mudo o sordo, capaz de ver o ciego? ¿No soy yo, el Señor? Ahora ve: yo te asistiré siempre que hables y te indicaré lo que debes decir”
Éxodo 4, 11
Tuvo oportunidad de amilanarse Josué?
“¿Acaso no soy yo el que te ordeno que seas fuerte y valiente? No temas ni te acobardes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas”
Josué 1, 9
Cuál fue la reacción del pueblo en el exilio?
¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios,
qué agradable y merecida es su alabanza!
El Señor reconstruye a Jerusalén
y congrega a los dispersos de Israel;
sana a los que están afligidos
y les venda las heridas.
Él cuenta el número de las estrellas
y llama a cada una por su nombre:
nuestro Señor es grande y poderoso,
su inteligencia no tiene medida.
El Señor eleva a los oprimidos
y humilla a los malvados hasta el polvo.
Salmo 147
Contaba Esdras con seguridad sobre el futuro?
“Bendito sea el Señor, el Dios de nuestros padres, que inspiró al rey esta decisión de glorificar la Casa del Señor que está en Jerusalén, y me hizo ganar el favor del rey, de sus consejeros y de los más importantes funcionarios reales! Yo cobré ánimo porque el Señor estaba conmigo, y reuní a algunos jefes de Israel para que me acompañaran”.
Esdras 7, 27-28
Y quién habría podido poner una mordaza al Bautista?
(bueno, en realidad si lo hubo, pero por eso ahora es un glorioso mártir)
“En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca. A él se refería el profeta Isaías cuando dijo:
Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos”.
Mateo 3, 1-3
Y si María hubiese respondido que no?
“María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”.
Mateo 1, 38
Hubiera Pablo hallado razones para no proclamar la Verdad?
“Y porque somos sus colaboradores, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios. Porque él nos dice en la Escritura: En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí. Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación”.
2 Corintios 6, 1
Es que no hemos visto cumplidas todas Sus promesas?
“Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo”.
Juan 15, 20
Y si, luego de todo lo que habían visto y oído,
(lo que hemos visto y oído)
no debía Jesús de reprocharles,
(de reprocharnos)?
“Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando hacia un poblado. Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes lo habían visto resucitado.”
Marcos 16, 10.14
Por lo mismo, los tiempos que transcurren no son para cobardes (ni para tristes), y porque somos valientes y alegres, un desconcierto para el mundo dicho sea de paso, es que jamás hemos de poner en peligro, con emociones fuera de control, la confianza y la esperanza.
Estos tiempos son una oportunidad de oro para volver una mirada atenta hacia nosotros mismos y encontrarnos allí dentro con Jesús, para que Jesús sea persona y acontecimiento, para redescubrir el sentido su Resurrección.
Sí, permanezcan en él, hijos míos,
para que cuando él se manifieste,
tengamos plena confianza,
y no sintamos vergüenza ante él
en el Día de su Venida.
1 Juan 1, 28
1 Juan 1, 28