El Arzobispo de Dublín, Monseñor Diarmuid Martin dice estar personalmente desalentado y descorazonado, y entre otras, se hace la siguiente pregunta: "¿Quién es el responsable de que la cultura en los seminarios produjese a aquellos que cometieron abusos y aquellos que manejaron ineptamente los abusos?"
Su pregunta en el fondo busca responder lo mismo que la pregunta que le hice a mi amigo ex-seminarista cuando el otro día discutiendo sobre el significado teológico de colocar el crucifijo en el centro del altar, me explicaba:
- Es que no importa, Maricruz, si el crucifijo se coloca o no, o si se coloca, que se haga de tal o cual manera. Recuerde que lo importante es que los sacerdotes celebran "in persona Christi".
- Ajá. Le respondí y añadí a continuación: Cómo es posible que aún cuando te explico el significado teológico vos lo despreciés para hacer prevalecer, amparado en el "in persona Christi" el protagonismo de los sacerdotes?. Cómo es posible, que vos, siendo tan buen hombre, tan cabal en los asuntos de Dios, tengas tan dura la cabeza para comprender la trascendencia de un signo que hasta yo soy capaz de comprender sin contar con la formación que recibiste? Será que tu formación en el seminario en realidad fue tan deficiente?
- Bueno, Maricruz. En eso le doy la razón, la formación es deficiente.
***
Monseñor de Dublín y yo hacemos preguntas legítimas, cuyas respuestas son obvias. Claro que sabemos quienes son los responsables y por supuesto que nadie les acusa, sería suficiente con que les acusara su conciencia.
Descorazonados, si, más no cobardes; desalentados, si, más no carentes de Esperanza.
***
Señor, dueño de la Historia y Padre de Misericordia, permítenos, como ha dicho el padre Iraburu "tener cariño y respeto por curas y Obispos, aunque tengan defectos, pensando que quizá hayan recibido una formación muy mala, y que aun así, siguen haciendo lo que saben y pueden. Y [recordar que] son los ministros del Señor, especialmente ungidos por Él.
Permítenos "guardar con todo cuidado la caridad eclesial fraterna, también con aquellos pobrecicos que desafinan tremendamente en el coro de la fe, muchas veces sin culpa: “no saben lo que hacen”.
Permítenos "mantener la caridad ¡y la esperanza! Con la Sma. Trinidad, con la Virgen, con los santos y los ángeles, con toda la comunión de los santos [porque] ¿cómo no vamos a tener esperanza por muchos que sean los males de la Iglesia local en la que Dios nos ha puesto (con todo amor) a vivir?"