Una cosa ha señalado Luis Fernando Pérez, director de InfoCatólica, que me ha llamado la atención, ha dicho:
"[ ] Europa democrática sólo acepta que se llame pecado a lo que considera pecado según la ley de lo políticamente correcto. Se puede llamar pecado al robo, a las riquezas injustas, al maltrato al inmigrante y a la xenofobia. Pero ojito con llamárselo al adulterio, la práctica de la homosexualidad y el aborto".
Es claro que no desean llamar pecado a lo que defienden como la autonomía sobre sus cuerpos. Contrario a ellos, los cristianos sabemos que nuestro cuerpo no nos pertenece, tampoco somos los dueños de la vida... ésto, porque en primera instancia ninguno es capaz de dársela a si mismo.
A lo que voy es que, el ateísmo y el lobby gay, al prescindir de Dios como referencia, con lo único que se quedan es con su cuerpo, cuerpo al que pretenden defender incluso exponiéndolo desenfadada, cruel e irresponsablemente a la muerte. (O es que acaso no se le expone en el adulterio, la práctica de la homosexualidad y obvio, en el aborto?)
Bien es cierto que los cristianos no tememos a la muerte, ellos tampoco, pero en lo que radica nuestra diferencia es que nosotros no buscamos la muerte sino que nos relacionamos con ella como lo que es: un medio, sin embargo, para ellos morir, matar; acabar a cualquier precio con la propia vida y la ajena (que total es la única referencia que les queda, lo único que les pertenece) es su finalidad.
Ahí es cuando en verdad se entiende aquello que el pecado conduce a la muerte y también aquello de que si bien la Gloria "es ya, pero todavía no" parece que también lo es la condenación porque viven y mueren como condenados.
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"...sólo tomar conciencia atenta y también tierna y apasionada de mí mismo puede abrirme de par en par y disponerme para reconocer, admirar, agradecer y vivir a Cristo. Sin esta conciencia incluso Jesucristo se convierte en un mero nombre" [1] ( y yo, en mera criatura que vive para la muerte)
[1] L. Giussiani
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Padre Bueno, Dios y Señor Nuestro Todopoderoso,
ten compasión y misericordia de todas tus criaturas.
Danos, Señor, lo que necesitamos
para reconocer el valor de la vida
y el sentido de la muerte.
Amén
