Algo de lo que más me gustó cuando mis profesores me introdujeron en el Misterio de Dios fue lo que resumí en el siguiente gráfico:
A riesgo de parecer simplista, el contenido de este gráfico ha sido algo de lo más esclarecedor que he aprendido y que ha enriquecido mi vida de fe.
Mediante este divino abrazo entre Dios Padre y Dios Hijo que es la acción de Dios Espíritu Santo, la Trinidad Divina se constituye en perfecto modelo de comunión de personas, trasladándolo a nuestra realidad temporal quiere decir que en razón de la gracia otorgada por el Bautismo el Espíritu nos abraza en Dios Hijo introduciéndonos en la gloriosa dinámica de Amor de la Trinidad Divina.
Ahora bien, ayer asistí a mi primer Escuela de Comunidad de Comunión y Liberaciónla cual estuvo fenomenal tal como lo imaginé, obtuve la certeza de que los que estábamos allí nos conocíamos de hace mucho y que -efectivamente- vibramos en la misma longitud de onda.
La primera vez que supe de CyL fue hace un año cuando leí la noticia de que estaban celebrando sus Ejercicios Espirituales en Rimini. Como no les conocía me fui a google y encontré el documento que el Presidente de la Fraternidad, el padre Julián Carrón, utilizó para conducirlos y que tituló De la Fe Nace el Método. Fue magnífico, desde ese momento CyL se convirtió en el medio que me ayudó a descubrír desde la persona del Hijo, rasgos y elementos de mi vida de fe que desconocía y me reveló de otros lo que necesitaba saber para ejercitarlos y que (como si fuera poco), ¡oh, maravilla!, tienen que ver con la gloriosa comunión de personas en en el seno de la Trinidad.
Pentecostés y la Solemnidad de la Santísima Trinidad no en vano son celebraciones tan cercanas en el calendario litúrgico, su proximidad nos ayuda a comprender a la Persona del Espíritu en su dinámica dentro del seno de la Trinidad y con ello, además, nuestra situación dentro de Ella.
Y es que al final de cuentas me digo: si comprendemos en el ser humano su naturaleza herida cuya consecuencia más ingrata es la falta de comunión entre los hombres, sería de sentido común afirmar que al acercanos a ellos, a lo que en realidad nos aproximamos es a nuestra propia naturaleza herida. Si esta naturaleza herida ha sido en nosotros redimida y "experimentamos constantemente los frutos de la Redención", pues que lo razonable en un bautizado sería abrazar a toda criatura, tal cual abraza el Padre al Hijo en el seno de la Trinidad.