El Cardenal Newman tuvo una clara conciencia de la importancia y un muy firme compromiso con la formación de los laicos, así fue como expresó su deseo de “un laicado no arrogante, ni precipitado en sus palabras, sino hombres (y mujeres) que conozcan su religión, que entren en ella, que sepan dónde están, que sepan lo que sostienen y lo que no, que conozcan su credo tan bien que puedan dar razón de él, que sepan tanta historia que lo puedan defender. Quiero un laicado inteligente, bien instruido – deseo (…) ampliar su conocimiento, cultivar su razón, para lograr una visión de la relación de una verdad con otra verdad, para aprender a ver las cosas como son, para comprender cómo fe y razón están una junto a otra, cuáles son las bases y principios del catolicismo”.
Desde la fe y la razón, deseaba laicos que pensaran, que aprendieran a hacerlo; y sobre cómo aprender a pensar no podría haberlo expresarlo mejor Jaime Nubiola, filósofo y profesor de la Universidad de Navarra: Hemos de aprender a "pensar lo que se vive y decir lo que se piensa", o lo que es lo mismo ejercitar la Reflexión y la Expresión.
Ha sido mencionada en innumerables documentos eclesiales la misión de los laicos en el mundo, esto lo tenía claro el Cardenal, incluso lo dijo anticipándose al Magisterio: "No tengo el temor de que ustedes se hagan malos católicos a través del conocimiento [ ], pues está supuesto que ustedes tienen un vivo sentido de Dios y son conscientes que tienen un alma que deberá ser juzgada y salvada. En todos los tiempos los laicos han sido la medida del espíritu católico... Ustedes deben ser capaces de expresar aquello que sienten y piensan...”
También quizá por eso, el teólogo y sacerdote Peter Neuner ha escrito: “Los católicos deben crearse su juicio propio a través de una amplia formación, deben ser capacitados para una decisión de conciencia independiente y por medio de ello deben llegar a ser compañeros adultos del clero, también en asuntos eclesiásticos”.
Compañeros adultos del clero, eso –precisamente- pasar de la etapa de comer papillas a la de comer alimentos sólidos según indicó hace muchísimo tiempo el mismísimo san Pablo. Compañeros adultos del clero, que el mismo clero reconozca en su madurez y capacidad, también.
Y, claro, esto se vuelve una exigencia en nuestros días, cuando no solo el mundo ha incursionado en la Iglesia (de cuyas consecuencias –lamentablemente- ya todos hemos probado), si no cuando la Iglesia, nosotros, cada uno, para poder seguir dando la cara por el Evangelio siente en su intelecto y en su propia carne la exigencia que el mundo hace por Su luz.
Pues bien, como preparación a la beatificación del Cardenal Newman y en su honor, en honor a Cristo y a nuestra vocación y misión, los laicos hemos de ser capaces de expresar aquello que sentimos y pensamos, pero para eso hemos primero de aprender a pensar lo que vivimos.
Y hacerlo, en comunidad, en unidad con nuestros pastores.
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[1] Jaime Nubiola, de la Conferencia impartida a docentes católicos en la Universidad de Piura, Perú.
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Agradezco a Joan Figuerola por haberme puesto en contacto con esta conferencia a través de su blog Opus Prima