Yahoo-noticias anoche colmó mi paciencia con un titular que decía "Abusos de sacerdotes ponen en peligro el legado de dos Papas".
¡Vaya, que su afán de competencia los hace decir cada atrevimiento que es para santiguarse, vaya que si!.
Dos cosas me gustan de ser católica: Una, que por más error que confirme en la actuación de mis congéneres estoy llamada a reaccionar con Misericordia, pero no solo eso, que es la gracia y no mi esfuerzo el que lo logra. Dos, que como blogera católica, me anima esta certeza para expresar mis pensamientos, porque si de mi propia "gracia" me fiara, verían ustedes en este blog más de un atropello a la dignidad de las personas, claro que si, bien que me conozco.
En fin, que de frente a los atrevimientos de individuos y de la prensa, me regocijo de contar con la gracia divina.
Un Papa, Juan Pablo II, mostró al mundo la vía de la Redención mediante el sufrimiento en su carne.
Benedicto XVI nos lo muestra mediante la humildad.
El primero, un hombre de gran energía vital, acostumbrado al ejercicio físico vive en su propia carne la deformación de sus miembros, la falta de control de los mismos y el dolor físico y moral que esto supone.
El segundo, un hombre amante de la Verdad, hombre brillante y gran erudito que podría haberse erigido en autoridad despótica desde el trono de su soberbia intelectual, padece en su carne e intelecto el infame ataque de la mentira.
Dios es grande y en su Divina Providencia nos atrae hacia si. Estos dos hombres, elegidos de Dios, le han mostrado al mundo no su legado particular, sino el Legado de Cristo que es, en última instancia, al que con tanta rabia y ensañamiento se opone el mundo.
Hemos de desear leer en sus vidas el mismísimo mensaje de Cristo que, como podemos verificar, es también un mensaje actual para la situación particular de cada uno de nosotros.
Así que los medios pueden hablar lo que deseen y arremeter con la furia de que son capaces, el legado de dos Papas permanece intacto porque es el legado de Quien los ha elegido y enviado a mostrar la Verdad que resplandecerá por los siglos de los siglos, como hasta el día de hoy, se oponga quien se oponga.
Amén
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“mírame a mí, al Dios que sufre por ti,
que personalmente padece contigo;
mira que sufro por amor a ti y ábrete a mí,
tu Señor y tu Dios”
Benedicto XVI.