7 de marzo de 2010

Mujeres, solteras, católicas y latinoamericanas

Creo que basta de disimularlo, no hablar de ello o simplemente justificarlo: vivo en un país machista.

Aunque sea difícil de creer, todavía los varones en este país se consideran proveedores e incapaces a las mujeres de tomar decisiones, sobre todo las que atañen a la administración financiera, y así es en el seno de la mayoría de familias salvo contadas excepciones.

Mujeres solteras y católicas, como yo en un país como el mío, tenemos una lucha constante en varios flancos:

- Primero, por ser simplemente mujeres, nos vemos obligadas a adiestrarnos en poner límites (en caridad) a los varones dentro del ámbito familiar, comunal o profesional. Porque para ellos no cuenta que seamos íntegras, honradas, de probada virtud, responsables y todo un ejemplo de vida, solo cuenta que finalmente solo somos mujeres.

- Segundo, por ser mujeres y además solteras, nos vemos obligadas a aprender a vivir sin el temor a no ser estimadas, a diario esforzarnos por vivir sin el temor de que nuestra opinión no cuente y fortaleciéndonos de tal forma que no nos afecte emocionalmente el vernos totalmente eclipsadas; luchamos a diario por vivir sin el temor a que el trabajo de los varones, antes que el nuestro, sea alabado y que ocupen ellos, antes que nosotras, cargos de responsabilidad. Aprendemos a ser juzgadas con malicia, a ser reprendidas y despreciadas, puestas en ridículo y olvidadas. 

Así es, las mujeres y además solteras en latinoamérica aprendemos a lo largo de nuestra existencia a vivir sin orgullo o amor propio.

- Tercero, como mujeres, solteras y también católicas, que elegimos vivir inmersas en labores de total compromiso con Cristo y con la Iglesia, llegamos -por la formación que recibimos- a comprender nuestra naturaleza según el dato revelado y por lo mismo buscamos expresar y vivir nuestra fe de manera coherente, esto es, viviendo según la teología del Génesis lo señala: como criaturas creadas a imagen y semejanza de Dios para establecer, como criaturas especiales, una relación vital con el Creador que como el varón, han sido creadas en igual condición de dignidad.

Así vivimos nuestra fe, valorándonos y amándonos como sabemos nos ama Dios y lo hacemos al lado (no en contra) de todo el compendio de calidad de varones con que hemos sido "regaladas" y que no excluye a padres, hermanos, compañeros de trabajo, jefes, párrocos, profesores, etc.; quienes me consta se esfuerzan pero que todavía van a años luz de comprender al género femenino tal y como lo concibe y lo ha dejado nuestro Creador expresado en la Revelación.

Como ha dicho el Cardenal Merry de Val (1865-1930) en sus Letanías de la Humildad cuyas palabras aplico a las mujeres solteras católicas latinoamericanas: aprendemos a vivir según el entendido de que "el punto espiritual es que no debemos competir con los (varones) para satisfacer nuestro orgullo, sino (que ponemos) a un lado nuestro orgullo en la esperanza de que [ ] puedan salvarse de la condenación por causa de nuestra propia obsesión desesperada con la auto-preservación".

Y sin embargo, no se me mal interprete, el mismo Cardenal lo ha dejado claro y así lo entiendo: "Más aún, no (ponemos) a un lado nuestro orgullo como una forma de masoquismo o de auto-desprecio; en toda nuestra caridad hacia los demás nunca (abandonamos) la responsabilidad de desarrollar nuestros talentos al máximo, para (poder) servir a Cristo eficaz y gozosamente, en amor puro".

Esta es la realidad que nadie busca disimular o callar por más tiempo, no obstante, saberme mujer, soltera y católica latinoamericana, que enfrenta a diario -como muchísimas otras- esta lucha en nuestro camino de configuración a Cristo, no impide que en verdad comprenda a estas mujeres, que siendo o no solteras, católicas o latinoamericanas, cantan y bailan en el dolor de ver alguna vez perdido su orgullo y amor propio. ¡Vaya que las comprendo!.


Ojalá que, además de sufrir esta pérdida saludable, las mujeres que así cantan y bailan, ganasen (como muchas de nosotras) una magnífica relación con Dios (que es el beneficio espiritual que se obtiene de todo esto), pero, sea como sea que elijiesen vivir, de que las comprendo, las comprendo.

Por último, como la verdadera cuestión que me interesa dilucidar de todo esto es saber cómo se le hace para con sentido del humor transformar en regocijo una situación dramática, le pido a los entendidos que me pasen el secreto. Creo que es lo único que me falta por aprender.

Gracias.

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