19 de marzo de 2010

No tiene otra explicación

Ayer asistí a una reunión, mi primer reunión, del grupo de Liturgia que asiste en sus actividades a los frailes y sacerdotes del convento franciscano al que asisto a misa desde hace algún tiempo.

Me asombró ver tanta gente, la mayor parte de ella gente mayor, por supuesto, pero también gente de mi edad y algunos jóvenes.

Según me enteré todos ellos tienen décadas de ayudarles en todo tipo de labores, desde vestir las imágenes, hacer arreglos florales, buscar las rutas idóneas para las procesiones, organizar a los apóstoles para las actividades de Semana Santa, labores de acolitado y lectura de la Palabra, etc.

He vivido treinta años en esta localidad y no es hasta ahora, que habiendo salido de ella, experimento lo que es el compromiso de los laicos en el servicio al Pueblo de Dios.

Si, ya se que es increíble, pero así es, mi comunidad se caracteriza por la falta de compromiso, no se por qué, así han sido siempre, por eso cuando me involucré con ellos terminé haciendo de "mujer orquesta" ya que era la única forma de entusiasmarlos para que participaran y colaboraran.

Ahora entiendo las dificultades y el desaliento que podrían haber experimentado párrocos anteriores y he logrado comprenderles solo porque he entrado en contacto con esta nueva comunidad.

Me sobrecogió comprobar en ellos la perseverancia, la alegría y el entusiasmo para servir en todas esas pequeñas cosas que todos sabemos que alguien hace pero que nunca nadie se entera de quién lo hizo. Ese ejército  labora calladito para que la Liturgia en el Templo de San Antonio de Padua sea lo radiante y hermosa que debe ser y que es, en realidad.

Se ven alegres, tan alegres y llevaderos que me sorprendió. Hasta cuando un señor presentó un pequeño reclamo sobre algo que sucedió la Semana Santa del año pasado, todos reaccionaron comprensivos, deseosos y colaboradores para que aquello no volviese a suceder, de tal manera que el señor que presentó el reclamo quedó satisfecho.

Maravillosamente maduros en su fe, fe que ha de haber ido creciendo y madurando en el servicio, en contacto con la Eucaristía (parece que todos son de misa diaria), en los sacramentos, en el ejercicio de la virtud con asistencia de la gracia. No existe otra explicación.

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