17 de octubre de 2010

¿Cómo puedo hacer para vivirlo?

He hallado este texto de don Giuss que me ha dejado conmovida hasta las entrañas. Se los comparto:

“…seguir conlleva el intento de entender lo que se dice. [ ] Entender es un acto de la razón [ ] Quiere decir [dejarte] sorprender, aferrar, que te resulte evidente (o al menos intuyas) la correspondencia que hay entre lo que se te dice y lo que eres [ ] Comprender significa captar la correspondencia profunda entre lo que se te dice y tu yo, las exigencias profundas de tu corazón…

[ ] Obedecer empieza como un esfuerzo y un trabajo (exige sencillez, exige un corazón de niño; y estar atentos a cómo él actúa; supone –igualmente- tener una curiosidad de niño) Lo que se te dice es por amor a tu vida, hace que sea más verdadera toda tu vida.

[ ] A medida que lo vas entendiendo, ya no dependes de quién te lo dice; a medida que se te dice, quien te lo ha dicho es como si llegase a ser uno contigo: te sigues a ti mismo. Paradójicamente, la forma extrema de obediencia es seguir el descubrimiento de uno mismo que se da a la luz de la palabra y del ejemplo del otro, sin los cuales uno tanteaba en la oscuridad, o vivía como un animal.

Porque corresponde a lo que tu eres, te digo: “Haz esto, estáte atento a esta otra cosa”. Te lo digo por amor a tu vida, ¿y sabes qué me hace capaz de decírtelo por amor a tu vida? El amor a mi vida. Porque yo me he tomado en serio mi vida te digo: “Mira, por favor, esto es importante para tu vida. Si me sigues, lo entenderás; así, después te seguirás a ti mismo; seguirme es como seguirte a ti mismo; somos amigos”.

Luigi Giussani, ¿Se puede vivir así?, Ediciones Encuentro.

Pues bien, así tal cual -como en este último párrafo- me imagino que fue como habló el Padre a Adán y Eva en el Paraíso y más tarde el Hijo a sus discípulos y seguidores, con esa misma vehemencia y ternura nos ha hablado y miren nada más cuántos faltamos todavía de comprenderle o de creerle o de seguirle, de obedecerle… de ser sus amigos, porque la obediencia, a final de cuentas, redunda en amistad.

Creo que va siendo hora de que, así como sus amigos Juan y Andrés han de haberle preguntado al Señor, yo le pregunte: “Jesús, cómo haces para vivir lo que piensas y dices? ¿Cómo puedo hacer para vivirlo?”






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