Wrong is wrong, even if everyone is wrong.”
Monseñor Fulton J. Sheen
Aquellos que hayan tratado alguna vez de dibujar sobre una página en blanco con grafito sabrán de lo que hablo: es imposible crear una pieza excepcional mediante un dibujo a mano alzada sin realizar los trazos precisos. Imposible. De la misma forma, es imposible trazar el dibujo de la propia existencia sobre la página en blanco que es cada mañana sin ejecutar los trazos justos. Imposible.
De que es imposible, eso lo sabe el Padre.
Y lo sabe también el Hijo, por lo mismo, la Encarnación como el trazo portentoso y definitivo del Padre ha marcado la página en blanco de la Historia.
Desde ese momento lo que le siguió ha hecho surgir el contorno, los rasgos y la profundidad del rostro del hombre, de su verdadero rostro, del único rostro que puede tener, que es el rostro del Hijo.
En el pasado, diez grandes trazos habían marcado el contorno, rasgos y figura del Pueblo de Israel. Aquellos diez trazos más uno marcarán el contorno, rasgos y figura del Pueblo de Dios.
“Amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas + al prójimo como a ti mismo”.
Con este trazo excepcional el Padre nos muestra quien es y revela al hombre la finalidad de su existencia.
Pero a qué viene, se preguntarán, todo este asunto de trazos y dibujos a mano alzada?
Viene a raíz de que en la barahúnda que es nuestra existencia, en los trazos que elegimos dar aleatoriamente y que es obvio están de más en la obra que es nuestra vida, desfiguramos nuestro rostro y por eso quien nos mira no puede identificarnos, no ve a una criatura redimida, le es imposible ver a Cristo y tampoco consigue ver al Padre.
Adónde está el rostro de Cristo cuando un lector tergiversa la información que publico y la distribuye sin considerar si su acción afecta a terceros?
Adónde está el rostro de Cristo cuando esta persona evita presentar un reclamo formal ante la única responsable de este blog que resulta ser quien escribe?
Adónde, que no lo veo, está el rostro de Cristo en todo esto, eh?
Le hablo específicamente a aquella persona que tras leerme, probablemente, reconocerá que ha obrado alejada de la caridad.
“El amor es la perfección del espíritu
y la caridad es la perfección del amor”
San Francisco de Sales