30 de octubre de 2010

He ahí los frutos del verdadero amor

Conozco a una madre de dos hermosos varones, católica y abogado que salta de la cama cada día a las cuatro de la mañana para cumplir con los requerimientos del verdadero amor.

Es poco, en realidad lo que conozco de ella, aunque mucho lo que adivino que hace -por lo que me cuenta- y de lo que concluyo que no son pocos ni pequeños los frutos que recoge.

Como tampoco lo serán los frutos que recogeremos de las palabras que el Santo Padre ha venido dirigiendo al corazón de los niños y jóvenes a lo largo de su pontificado.

Lo digo, entre otras cosas, por la noticia que me hizo pensar en ello y que me ha llegado a través de Radio Vaticano en Twitter acerca de los 100 mil niños y jóvenes que se han reunido alrededor del Santo Padre para hacerle el tipo de preguntas que solo el corazón es capaz de formular (y responder), de esas que ya casi nadie se pregunta:

“¿Qué significa, Benedetto, hacerse grande y, además, hacerse grande como seguidor de Jesús?”

Pregunta a la cual el Santo Padre responde hablándoles al corazón: “Crecer significa crecer en amistad con Jesús, a través de la oración y de los sacramentos”. “Además”, les dice. “ crecer también significa necesitar decir, alto y fuerte, a todos con quienes te encuentras cuán hermoso es ser amigo de Jesús y cuán hermoso es estar unidos a través de esta amistad, ayudados por vuestros padres, sacerdotes y catequistas”.

Esta madre católica de la que les hablo podrá no haber tenido oportunidad de haber llevado a sus hijos a consultar al Santo Padre, pero es que no ha hecho falta su presencia en Roma porque -como magnífica madre católica- desde hace mucho tiempo conoce y comprende de lo que habla Benedetto y se viene desviviendo por transmitírselo a sus hijos.

Una tarde de estas que hablábamos por teléfono me decía: “Puedes imaginarte lo que ha significado para mi que mi hijo de seis años ande con su rosario para arriba y para abajo pero además que me pida rezarlo con él?”.

Pues claro que si, queridísima amiga, claro que –aún sin tener hijos- me doy cuenta de lo que significa.

Significa que has hecho grandes sacrificios, no has tenido miedo del trabajo duro ni del compromiso que el verdadero amor requiere.

He ahí los frutos del verdadero amor.

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