De lo que más llama mi atención en otros países a la hora de elegir a sus gobernantes, es que eligen a candidatos que -según los electores- les sacará de un estado de cosas del que consideran deben salir. Admito que en muchos casos es justo un cambio de situación, pero en muchos otros, quien gana las elecciones es la desesperanza.
En mi país vimos ayer a un 25% de la población expresando mediante su voto que nunca nada anda bien, otro 20% manifestó que considera que solo a mecate corto este país puede avanzar. Ni un grupo ni otro valora lo que se ha ganado, ni valora nuestro potencial, ninguno cree auténticamente en lo que somos, tenemos y podemos lograr. Por eso, ni por asomo, consideré votar por ellos. Soy católica, caray, ¡creo en el ser humano y para mi existe Esperanza!
Por eso afirmo que con el 46% de Laura Chinchilla, ganaron la gratitud y la esperanza, fue un 46% de la población que ha dicho que reconoce y agradece que -comparativamente hablando- lo hayamos hecho mejor de lo que se supondría y ha dicho además, que confía en que Laura, como mujer gobernante, somos capaces de hacerlo aún mejor. Un 46% que ha dicho, no que necesita un cambio YA, sino que ha manifestado con firmeza que lo bueno toma tiempo y esfuerzo, es un 46% que ha gritado a los cuatro vientos que cree, confía y espera seguir ADELANTE!
Esa es mi gente, la gente que conozco, esa soy yo.
Y por tanto, me atrevo a decir, que desde el fondo de ese 46% lo que se escucha es el eco de la voz de un pueblo que conserva intactas la gratitud y la esperanza, sus valores cristianos.
Eso es motivo para mi tanto de alegría como de consuelo así como de una enorme gratitud hacia esta gente, pero sobre todo gratitud hacia Dios que ha derramado su gracia en nuestros corazones.
Esa es la voz de las personas que me rodean, por tal razón me alegra ser parte del entusiasta canto de victoria de este pequeño y singular país de corazón agradecido, que ha sabido conservar viva la Esperanza. Claro que si.