27 de febrero de 2010

Todavía recuerdo...

Todavía recuerdo (como si hubiese sido en otra vida) cuánto me hubiese gustado que la autoridad moral de la Iglesia no pesara sobre mi conciencia, arrnacármela de allí de un tirón para que no me acusara, para que no dejara en evidencia ante mi razón lo irracional de mis acciones y pensamientos.

Lo traigo a colación luego de observar a tantos que en el mundo hacen rabietas por también sacudírsela de encima, hablo de reyes, secretarios de libertades públicas y descreídos de todo tipo que aquí y acullá se revisten de la precaria autoridad civil que ostentan -porque autoridad moral no tienen- para "defenderse" de sus "embestidas".

(Se darán cuenta que no es la Iglesia sino sus propia conciencia la que los acusa? Parece que no)

Como decía, todavía recuerdo haciendo el mismo tipo de rabietas para justificar lo injustificable y procurar por todos los medios adormecer mi conciencia para salirme con la mía.

Bendito Dios y alabado sea su Nombre, que tuvo Misericordia de mi, porque a decir verdad, ni quisiera verme de nuevo en aquellos dilemas ni en los de estas gentes.

Que Dios se apiade de sus almas y de sus conciencias como lo hizo conmigo.

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