17 de febrero de 2010

Un pagano en el jardín

Así como lo oyen: un pagano en el jardín.

No precisamente un pagano pero se me antoja llamarlo así para señalar el punto, eso no más.

Bien, por dónde empezar? Empezaré por Juan Crisóstomo, eso haré. Juan Crisóstomo, san Juan Crisóstomo -para llamarle como se debe-, tiene esta su homilía que es sencillamente genial, entre poesía y plegaria, una verdadera obra de la literatura. Dicha homilía la hallé hoy justo despues de colocar la entrada anterior sobre la cara tiznada con la que pretendí celebrar la Liturgia de este día.

Pues bien, me encontraba hoy en el invernadero -lugar de mi trabajo en mi propio jardín- y el ayudante más joven, un chico de veinte años, a quien casi no conozco pero que resulta ser muy amable y buen trabajador, no recuerdo por qué motivo, nos confesó a Teresa (mi otra ayudante) y a mi, que siendo más joven había robado una grabadora a su padrino, que el juzgado le había citado para que declarara y que se declaró inocente y no solo eso, sino que el juez le creyó. Admitió con pasmoso descaro pero además con verdadero arrepentimiento el mal cometido. Reconocía no solo haber sido infiel a una persona que cuidó con esmero de él y la mentira al juez, sino que lamentaba profundamente haber destruido una valiosa relación. Decía sentirse muy mal por tanta bobería y problema en que se metió.

Un detalle importante, es que durante la narración Rey comentó que no es bautizado (Uy, ahí fue cuando pensé: un pagano!)

Teresa y yo nos mirábamos mientras narraba lo sucedido. Cuando terminó le pregunté:
- Rey, (se llama Reynaldo y no tiene acceso a este blog ni a internet) usted sabe cómo puede sentirse mejor?
- No lo se, cómo? No creo que se pueda.
- Claro que se puede. Para empezar, usted ya hizo lo más difícil que es darse cuenta de haber actuado mal. Y no solo eso, usted está verdaderamente arrepentido. Llegar a eso no es fácil y usted lo logró.
Mientras tanto él solo escuchaba intrigado y sonreía una que otra vez, con una cara que parecía decir: "esto yo no me lo creo, será verdad?"
Continué diciendo:
- Sabe, Rey? La forma en que puede sentirse mejor es desandando lo andado. Le propuse.
- Cómo? preguntó.
- Pues, proponiéndose comprar una grabadora a su padrino, entregársela y pedirle perdón.
En este momento abrió los ojos muy, pero muy grandes y con una risa irónica dijo:
- Usted cree?
- Claro que lo creo. Lo haría usted?
- Yo?. Si. Respondió no más.
- Pues bien, lo que vamos a hacer es esto: El día que usted tenga esa grabadora en mano y quiera llevársela a su padrino para pedirle perdón, le prometo que lo llevó en auto hasta su ciudad (vive muy lejos de la capital) y nos llevamos a Teresa para que nos acompañe.
- Usted nos acompaña, Tere? Para que Rey sepa que no está solo.
- Claro, yo voy con ustedes. Dijo Tere sonriendo.

Escuchando ésto, Rey sonreía lavándose las manos para entrar en el invernadero.

Durante toda esta conversación yo solo escuchaba en mi cabeza la homilía de san Juan Crisóstomo como una gloriosa música de fondo, en particular ese párrafo que había colocado en la cabecera de este blog antes de la conversación con Reynaldo.

Bueno y como nada más esta maravilla de suceso para mi no fue suficiente, me fui a la computadora, imprimí 7 copias de la homilía y la repartí entre los miembros de mi familia y ayudantes, acompañada de la indicación pertinente que consistió en describir el propósito de enseñanza de este destacado padre de la Iglesia dentro de un poco de su contexto político y social.

Ustedes saben? La repartí así, a lo loco, porque pensé que si pude ver y aprender con tanta claridad en ella todo lo que vi y aprendí, pues que podría esperarse que otros también vean o aprendan lo que necesitan ver o aprender; y es que además hay que tomar en cuenta que tampoco puede uno rotundamente asegurar que no exista más de un pagano en su jardín.

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