4 de febrero de 2010

¡Que suene la voz de alerta!

 
Si nuestra fe está puesta en Dios Uno y Trino, modelo de comunión, la alerta en nuestro interior debería activarse ante todo lo que se oponga, tanto conceptual como materialmente, a este modelo.

Conceptualmente: todo aquello que me haga considerar que puedo ser una persona de fe según mi estilo.

Materialmente: todo aquello que me separe del prójimo y de la creación en la caridad.

La mirada fija en la Trinidad ayuda a discernir qué de lo que haces, piensas o dices contribuye a la comunión (común-unión) y qué aleja de ella o la destruye.

He llegado a pensar que en cuanto no exista un mínimo de armonía interna tanto más difícil se hará comprender la Trinidad, sospecho que la armonía que encuentra entre ellos el propio cuerpo, alma y espíritu tiene semejanza con la armonía trinitaria. Es razonable, porque, qué unidad alcanzaría un cuerpo que contradice al alma desde su conciencia?

La Trinidad es la forma en que los católicos hemos logrado articular de forma acequible a la razón lo incognoscilbe de Dios desde sus diversas manifiestaciones (Padre, Hijo, Espíritu Santo), será entonces que necesitamos articular de forma razonable nuestra naturaleza en sus diversas expresiones (cuerpo, alma y espíritu)? Me parece que si.

Estamos divididos, disgregados internamente, por lo que somos presa fácil para el pizuicas.

Ese es el portillo que hemos dejado abierto al gran disgregador, ese mismo.

¡Que suene la voz de alerta!

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