El mundo se siente inseguro, por aquí y acullá, unos y otros ya sean de la misma idea como que no, andan con miedo y se les nota.
Cosa digo yo que el miedo es el famoso enemigo, vaya que si. Hay que ver lo que logra el bandido minando el cimiento de la confianza que los hijos de Dios habríamos de tener puesta y firme en la Divina Providencia.
Uno no sabe si al fin y al cabo debería alejarse de los temerosos, no vaya a ser que sea contagioso, pero no, los temerosos necesitan de gente que confía, gente cuya fe y esperanza la tiene puesta toda en Dios.
Y quiénes son los miedicas? Pues a aquellos que si un Obispo propone algo lo evalúan negativamente, que si otro Obispo dejó de hacer una cosa o hizo otra, también cuestionan, a los que les da por pedir la camisa al ex-candidato presidencial para purificarla, a los que no hablan con mujeres por internet porque... la verdad no se. Me refiero a los que no ven nada en común con nuestros hermanos protestantes, a los que -por haberles tocado duro- no ven mayor esperanza ni reciben ningún consuelo de que en otros lugares del mundo las cosas no sean tan malas como en el suyo.
Cuando pienso en los miedicas pienso en aquellos que sufren lo indecible porque hay católicos que reciben la comunión en la mano y no de rodillas, pienso en aquellos que están sufriendo crisis de paranoia cibernética y consideran al resto de la humanidad un troll, si, pienso también en todos esos casos -que no son muchos afortunadamente- que lindan en patología en internet. Pienso en ellos y me digo: ¡Qué miedicas! ¡Hombres (sobre todo hombres) y mujeres de poca fe!
Pero bien, son mis hermanos y por más miedicas que se me presenten, podría serles necesaria, como lo son para mi otros a quienes Dios les ha dispensado mayores gracias que me sirven para revitalizar mi Fe y mi Esperanza, tal y como Benedicto XVI y tantos otros obispos, sacerdotes y laicos -comprometidos o no- que tengo cerca o lejos de mi.
No deseo alejarme, quiero estar ahí para ellos, aunque me fastidien sus temores, aunque no les vea fundamento. ¡Qué se yo! Una vez pedí al cielo confianza y me la han dado: Bendición, confianza y dicha, como hablaba el padre Guillemo Juan Morado el otro día. Así que aquí estoy, cuenten conmigo. ¡Todos ustedes hombres y mujeres de poca fe (y menor confianza)!
Y lo hago solo porque sin confianza no se puede ser feliz y deseo que lo sean, lo desean ustedes?
Oraré hoy en misa por este numeroso grupo de queridos hermanos miedicas al que perteneces y lo haré en todas las misas dominicales, qué te parece? No me fue tan mal pidiendo confianza para mi misma, claro, me tomó años, pero es que si es para la Gloria de Dios, por los méritos de Cristo y con su gracia, pues es probable que alcance del cielo -a corto plazo- una pequeña dosis para uno o dos de ustedes.
Nada es imposible para aquél que tiene fe... (confianza, debería decir?)
¡Feliz domingo!