Hoy desperté pensando en si uno debiera hablar en un blog solo de cosas importantes y no llegué a ninguna conclusión.
A veces pienso que los adultos nos llenamos la vida de temas importantes, demasiado importantes, a decir verdad y está bien, pero lo que no está bien es que con ello perdamos capacidad para observar lo que no tiene ninguna importancia y que sin embargo nos produce regocijo y deleite; temas en los cuales, quién sabe y si no, hasta perdemos valiosas oportunidades de expresar un pensamiento de gratitud a Dios.
Por eso hoy, pensando en estos asuntos "tan importantes" recordé que ayer tomé fotografías a una de mis perras. Su nombre es Canuto. Se las presento:
No está convulsionando, no se preocupen, no más está tomando el sol.
Canuto es la perra más vieja de la manada, la recogí de la calle hace muchísimos años porque andaba con una patita herida, la curé y se quedó a vivir con nosotros. Poco después quedó preñada y dió a luz. Una semana después la atropelló un auto y le desmontó el fémur de la cadera. Así como estaba, raspada, herida, magullada y con el dolor en su cadera, cuidó de sus perritos y yo de ella durante una largo y difícil mes para las dos. De sus perritos no sobrevivió más que uno que luego un día no apareció, pero no importa, más tarde vi que lo tenía un niño que se veía que lo quería mucho.
Ahora, que está vieja, su opinión no cuenta mucho para el resto de la manada, pero ella se acomoda, además que aprendió del viejo Motete -ya fallecido- a rascar a sus congéneres ese lugar en el lomo cercano a sus colas que no alcanzan; en cuanto a ésto, no hay perro sobre la tierra que la supere. Se ha ganado el corazón del grupo, humanos incluidos.