10 de abril de 2010

La autoridad delegada

He de serles sincera, una vez aprendí lo de la autoridad delegada, se me aclaró enormemente no solo mi función dentro de la Iglesia sino la de cada uno de los católicos en ella, sean o no consagrados.

He de confesarles además que me lo enseñó el padre Jafet Peytrequin quien está ahora en Roma estudiando y que no se por qué razón, no obtuve de él una referencia sobre de dónde tomó esta información, pero el caso es que resulta valiosísima a la hora de comprender nuestro lugar y responsabilidad dentro de la Iglesia.

Pues bien, a lo que vine:

La autoridad delegada por Cristo reside en su Vicario.

La autoridad delegada se desenvuelve dentro de dos ámbitos de la vida eclesial: el orden y el servicio.

En cuanto al orden, que concierne a los asuntos de fe y moral, la distribución de la autoridad adquiere forma piramidal, es decir, Cristo como Cabeza delega una fracción de su autoridad a Pedro, Pedro a su vez delega autoridad en sus sucesores en la misma medida en que le fue entregada.


Los sucesores de Pedro (hablamos de los Papas) a lo largo de la historia han delegado en los Obispos una fracción de la autoridad delegada en ellos por Cristo.

Los Obispos, de la autoridad que les corresponde, delegan una fracción a los Presbíteros que fungen como sus representantes en las parroquias.

Como habrán notado, la autoridad disminuye en grado según desciende en la escala jerárquica, escala cuyo último peldaño lo constituye el Presbítero en lo concerniente a los asuntos de fe y moral.

Hasta aquí la autoridad delegada en cuando al ámbito del orden.

En cuanto al servicio, la autoridad que delega Cristo a Pedro, funciona un tanto diferente, por eso es aquí donde se pone interesante.

Si en un fiel católico, por ejemplo, reside autoridad que le ha delegado el Presbítero, ésta es ínfima comparada con la autoridad delegada por Cristo al Papa, sin embargo, no por ello implica menor responsabilidad.

Dicho de otra manera, la autoridad que le ha sido delegada a un fiel católico, en proporción a la delegada en el Vicario de Cristo es ridículamente pequeña, pero el incumplimiento de su responsabilidad tiene consecuencias dentro de la Iglesia como si la suya fuera la autoridad del mismísimo Papa.

¿Por qué las consecuencias son las mismas para todos en el cumplimiento de nuestra responsabilidad?

Porque cada pequeño incumpliento por parte de un fiel, repercute en el Presbítero, el incumplimiento de un Presbítero repercute en su Obispo y el del Obispo, repercute directamente en el Vicario de Cristo.

Esto lo podemos verificar en tantos detalles de nuestra vida eclesial. Y, si me permiten la observación, no solo se nota dentro del ámbito del servicio sino también dentro del ámbito del orden y en lo que éste involucra, es decir, en los asuntos de fe y moral. Cada pequeño o gran incumplimiento repercute directamente en el Vicario de Cristo y si no, que lo diga nuestro amado Santo Padre.

Para concluir, en lo que respecta al ámbito del servicio, la escala jerárquica piramidal desaparece: el Papa, los Obispos, Presbíteros y fieles compartimos la misma responsabilidad.


Si profundizamos en el concepto de autoridad delegada no solo encontraremos nuestro lugar dentro de la vida de la Iglesia, sino que su comprensión contribuirá a definir nuestra responsabilidad pero también nuestros límites.

Tampoco es de despreciar en cuanto a que explicaría por qué razón el Papa confía plenamente en sus Obispos y por qué éstos confían plenamente en sus Presbíteros o por qué éstos confían plenamente a la vez en los fieles que colaboran con ellos. Todos nos vemos comprometidos a hacerlo en cuanto a que nos lo exige esa fracción de autoridad que nos ha sido delegada desde la Cabeza.

El desconocer o hacer caso omiso del contenido de este concepto y su importancia dentro de la vida de la Iglesia es lo que ha conducido a graves errores, por lo mismo, es prioritario que nos interesemos en comprenderlo pero sobre todo en vivirlo.

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