Pues ha sido, ¿qué les puedo decir? Interesante.
Hablo de la experiencia con el grupo invasor que mencioné en la entrada anterior. Interesante porque me llevó a platicar con el estimado San Miguelillo sobre el tema y éste me ha presentado en la plática un concepto que desconocía: escotosis. Mientras esperaba que me respondiera por el chat, investigué en el hiper-super-motor de búsqueda: google (por supuesto), y hallé un escrito de don Luis Fernando Figari, fundador -entre otras cosas- del Movimiento de Vida Cristiana en Perú.
El escrito resulta interesante porque ilumina significativamente mi experiencia de esta noche, se los dejo con todo gusto, espero que les sea de utilidad como a mi.
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Luces para una vida cristiana
Fruto del pecado es la escotosis. ¿Qué quiere decir esta extraña palabra? Este término procede del griego skotos, que se traduce como oscuridad, tinieblas. Por escotosis entendemos la oscuridad en la que se ve sumergida la razón humana como consecuencia del pecado. Es por tanto una ceguera mental y espiritual que nos impide ver la realidad con objetividad, tal y como es verdaderamente, tal y como Dios la ve.
Por la escotosis poseemos una visión equivocada y distorsionada de nuestra propia identidad, perdemos de vista el "quien soy yo", dejamos de reconocernos y de reconocer a los demás como criaturas de Dios. Asimismo perdemos de vista quién es Dios y dejamos de glorificarlo como es debido (ver Rom 1,21-22).
Quien es presa de esta ceguera crea su propio mundo a base de fantasías e ilusiones, vive en el autoengaño y el subjetivismo. La escotosis nos impide también ver con claridad hacia dónde nos orientan los profundos anhelos que anidan en nuestro corazón, y cuál es el modo correcto de responder a ellos. En medio de esta ceguera, seducidos por las ilusiones, cedemos a una lectura equivocada de esos anhelos que podemos llamar también dinamismos fundamentales. Esta errada lectura o decodificación nos lleva a creer que podemos saciar nuestra sed de Infinito y nuestra nostalgia de Dios con el placer (como la samaritana: Jn 4,18), del tener (como el joven rico: Mc 10,17-22) o del poder (como Santiago y Juan: Mc 10, 35-45).
¡Cuántas veces obramos movidos o seducidos por los ídolos del poseer-placer, del tener y del poder! Entonces somos como ciegos sentados al borde del Camino de la Vida verdadera, que preferimos tristemente vivir de limosnas, de migajas que nunca nos saciarán, dejando que las "voces" del mundo callen el clamor del corazón en vez de "gritar más fuerte" para pedirle al Señor que nos cure de nuestra "ceguera", que nos dé su luz y su misma mirada, para poder VER todas las cosas como Él las ve!
Esta ceguera fruto del pecado sólo podemos curarla acudiendo al Señor, quien ha dicho de sí: "Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8,12). Sólo acogiendo al Señor y la luz que Él derrama en nuestras mentes podemos ver con claridad, sin engañarnos a nosotros mismos auto convenciéndonos de que "está bien" algo que no lo está, sin andar "pensando" y actuando bajo el imperio de las pasiones.
El Señor Jesús es "la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" (Jn 1,9), luz que te ilumina a ti y a mí. Si quieres "ver", si quieres comprender realmente el misterio que eres tú mismo, tú misma, así como el sentido hermosísimo de tu existencia, si quieres responder a las ansias profundas de Infinito que experimentas palpitar en tu corazón, si quieres responder a tu hambre y nostalgia de Dios, pídele como Bartimeo con fe: «Maestro, ¡que vea!» (Mc 10,51). Así, renovando día a día esta humilde súplica, haciendo que ese grito sea más fuerte que las "voces" de la ilusión, de la mentira y del engaño que buscan seducirte, procura nutrirte de las enseñanzas del Señor Jesús, asimilando y haciendo propios los "criterios evangélicos" para iluminar así todos los pasos, las opciones y decisiones de tu vida cotidiana.
También como Bartimeo, una vez curado de tu ceguera por la luz del Señor que inunda tu mente y corazón, no tardes en seguir al Señor por el camino que conduce a la Vida plena y eterna.
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Llamó mi atención el término "decodificación". En Informática la decodificación es el proceso mediante el cual se convierten símbolos en información comprensible para el receptor.
Es claro ahora por qué razón uno encuentra a veces personas con las que es imposible hacerse comprender, para quienes el testimonio de la caridad resbala sobre sus conciencias como si ésta fuera de material impermeable.
Dicho de otra forma y ahora aplicado a nuestra propia vida: los símbolos que recibes de Dios (mediante su Palabra, los Sacramentos, sus testigos) para ser decodificados en información, nunca traspasan la conciencia, porque ésta se encuentra, digámoslo así, impermeabilizada por el pecado, enceguecida, oscurecida.
Es una cosa tremenda esto de la escotosis, y pensar que alguna vez en mayor o menor grado hemos pasado por eso. Me deja también pensando en cuánta comprensión y caridad hemos de tener unos con otros y sobre todo con quienes se encuentran sumergidos en ella hasta el cogote, porque bien podríamos ser nosotros, bien que podríamos serlo, porque alguna vez lo fuimos y lo somos aún en cierta medida, o no?