Esto de ser blogero tiene algo de interesante y la vez entretenido. A veces es como hacer de detective, seguir una pista, atar cabos sueltos, no estar muy seguro de adónde conduce todo eso y ¡zaz!, de repente caes en la cuenta que habías tomado el sendero correcto y das con una buena noticia, una magnífica información o logras una conclusión satisfactoria.
Pues ese es el caso que me ocupa. Les comento:
Ayer leí en la Buhardilla de Jerónimo la siguiente entrevista al rabino Neusner:
"El pasado enero, cuando me encontré con el Papa en Roma, le pregunté qué quería hacer cuando, en unos seis meses, terminara el segundo volumen de su “Jesús de Nazaret”. Con una sonrisa, me respondió: “Nada más. Este es mi último libro. Tengo otros asuntos para atender”. Un estudioso que deja de escribir libros no mantiene por mucho tiempo tal título. Benedicto XVI no tuvo que agregar: “Después de todo, soy el Papa”. Pero el académico que hay en mí susurró: “A qué precio”.
Hoy temprano recordé que había leído en Fides et Ratio una nota de Isaac García Expósito al respecto.
Luego releo el párrafo anterior y me llama la atención el "¿a qué precio?" del rabino.
Antes de eso había dado con un feliz enlace a unas valiosas fuentes que estuve ojeando:
De ese enlace salté a este video que expone acciones concretas que ha venido tomando el Santo Padre, que a diferencia de otras, éstas las ignoraba:
Luego me fui para Infocatólica y leo la noticia de que un nuevo Obispo ha renunciado y recordé a la vez que ayer había visto la noticia de otro que también lo había hecho y también otro.
No hace falta ser físico nuclear para llegar a una conclusión con esta información, cierto?
Digo, si el rabino Neusner lamentó que nuestro Beatísimo Santo Padre hubiese elegido no escribir ningún otro libro para dedicarse a otros asuntos, sobre todo porque para el rabino un estudioso ya no podría considerarse tal cuando cesa de escribir; pero, pero, pero, es que quizá el rabino ni siquiera imaginaba -ni nosotros- que ese altísimo precio estaba desde tiempo atrás, muy probablemente desde su tiempo de Cardenal, bien medido y calculado, con él Benedicto XVI está comprando, con sangre y con calvario, con la negación de sí mismo, cómo llamarla... ¿nuestra dignidad?
"A usted, Beatísimo Padre, que en cada gesto y en cada palabra nos da una muestra de su profundo amor a Nuestro Señor y a Su Iglesia; a usted que, precisamente porque ama, está dispuesto a sufrir en razón del Amado; a usted que, en toda su vida y especialmente en estos luminosos años de Pontificado, ha hecho suya la exhortación de su patrono San Benito de “no anteponer absolutamente nada a Cristo”..."
Fotografía y texto tomados de La Buhardilla de Jerónimo
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(Me disculpas, Jerónimo, pero la foto ya sabes cuánto me gusta y ahora ya sabes que tus palabras también. Gracias).