No fue hasta hace muy poco tiempo que descubrí la Fraternidad Comunión y Liberación y desde entonces, me identifico con ella en razón de que aportan a mi vida y desde el Evangelio una luz siempre nueva pero también grandes desafíos.
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Heridos, volvemos a Cristo
Julián Carrón*La Repubblica, 4 de abril de 2010
Nunca habíamos sentido tanto desconcierto como el que nos provoca a todos el dolorosísimo caso de la pedofilia. Desconcierto por nuestra incapacidad para responder a la exigencia de justicia que aflora desde lo hondo del corazón.
Exigir responsabilidades, pedir que se reconozca el mal cometido, recriminar el modo en el que se ha llevado adelante el asunto, todo parece insuficiente frente a este mar de mal. Parece que nada basta. Por ello, se entienden las reacciones irritadas que hemos visto estos días.
Todo ello ha servido para presentar ante nuestros ojos cuál es la naturaleza de nuestra exigencia de justicia. No tiene fronteras. No tiene fondo. Es tan profunda como la herida.
Tan infinita que no puede ser colmada. Por eso es comprensible, aun después de haber reconocido los errores, el sufrimiento impaciente de las víctimas, e incluso la desilusión: nada basta para satisfacer su sed de justicia. Es como si estuviéramos tocando un drama sin fondo.
Desde este punto de vista, paradójicamente los autores de los abusos se encuentran ante un reto semejante al de las víctimas: nada es suficiente para reparar el mal cometido. Esto no quiere decir que se les exima de sus responsabilidades, y menos aún de la condena que la justicia pueda imponerles.
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