10 de enero de 2010

Conducta sectaria

Hace unos años leí un artículo en geocities acerca de las sectas, lo presentaban como un documento preparatorio para una reunión de Obispos; hoy anduve buscándolo pero no lo hallé, sin embargo encontré una copia que había guardado en Mis Documentos, pero lamentablemente no conservé el enlace, sin embargo, se las traigo igual porque este fragmento en particular me parece valioso, en realidad todo el documento es esclarecedor en torno al comportamiento sectario en una forma sencilla que no deja de revelar la ciencia tras si, de tal manera y sin más preámbulo les presento el siguiente fragmento.

***

¿Cuándo estamos en presencia de una conducta sectaria?

Cuando ante algún evento interno, un grupo de los asociados comienza a calificar la pertenencia a la institución más por el color de las zapatillas que usa, que por la coincidencia con los objetivos institucionales.

Este tipo de conductas marcan una alteración que ha reemplazado los objetivos primarios del club por elementos de orden claramente accidental. Si esta deformación se ve abonada por el hecho de que el grupo antes mencionado considera que sólo son verdaderos deportistas quienes utilizan tal color de zapatillas, estamos propiamente ante una conducta sectaria: se divide una comunidad social en virtud de una afirmación o característica accidental, calificando a los miembros en función de tal característica.

Aunque pueda parecer extraño, una secta religiosa comienza de modo semejante. Por ejemplo, en el seno de una iglesia cristiana surge un maestro espiritual que convoca y concita particular atención de parte de los fieles. Es posible que este maestro no se distinga por ningún punto especial de su doctrina, pero a partir de su carisma personal consigue una atención y devoción particular de sus seguidores.

El grupo de los seguidores tiende a aglutinarse a partir de su común devoción al maestro. La agrupación antes o después provoca comentarios de parte del resto de la iglesia en cuyo seno ha surgido, y a su vez comienza a buscar elementos que establezcan distinción y pertenencia: se pertenece por aceptar la enseñanza del maestro, por concurrir a ciertas reuniones, por adoptar alguna práctica, leer algún libro o revista, etc. Hasta aquí todo se mantiene dentro de los carriles habituales de las dinámicas de grupo.

Ahora bien, puede ocurrir que en un momento particular un grupo de estos seguidores comience a considerarse -a partir de su adhesión al maestro- más cristiano que el resto de los cristianos. Casi imperceptiblemente, a partir de esta convicción comenzarán no ya a distinguirse sino a dividirse. Comienzan a considerarse que son mejores o verdaderos cristianos y eso se marca a partir de que concurren a las reuniones, o leen el libro, o alguna otra forma de conducta externa. Aquí aparece una conducta sectaria.

Ahora bien, esta conducta sectaria no es en sí misma más que eso; inicialmente es una actitud, una tendencia. Lo importante es cómo evolucionará. Esto dependerá de muchos factores: en primer lugar la capacidad del maestro de detectar la tendencia y hacer primar la comunidad con la iglesia de origen o no; la capacidad del resto de los dirigentes de la comunidad para evaluar la situación y tender a contener el grupo más que expulsarlo; y por supuesto que también la respuesta de los individuos a las sugerencias de los líderes sociales.

Si se privilegia la comunión por sobre la división, entonces esto puede considerarse en un hito de crecimiento de la iglesia que asimila al grupo y evoluciona hacia una comprensión mayor y mejor de sí misma. Si por el contrario se impone la división, se camina ciertamente hacia la aparición de una nueva secta.

Esta conducta sociológica de división y expulsión/exclusión es siempre contraproducente, en cualquier ámbito que pueda darse: la política, la filosofía, el deporte o la religión. Afirmo que se trata de una actitud negativa ya que es en sí misma es disolutoria del núcleo social verdadero en función de un valor aparente. Conduce a los hombres a perder su objetivo primario -el bien común-, y los distrae en el seguimiento de un elemento secundario.

Esto ocurre aún en el seno mismo de las que denominamos iglesias tradicionales cuando se generan grupos y divisiones en función no de su fin primario que es la adoración de la divinidad y la felicidad de sus fieles, sino de particularidades circunstanciales que no hacen a la sustancia del objetivo trascendente del grupo.

Estoy convencido de que en general, en el origen de toda secta hay una conducta de este tipo. Pero esto no quiere decir que toda conducta sectaria siempre se estructura finalmente como secta, y no se la debe confundir con una tal. De algún modo, el sectarismo es una de las tentaciones latentes en todo grupo humano fuertemente unido, por lo que debemos también tener particular cuidado de no confundir la tentación de la división con su concreción.

La tendencia de un grupo es fácilmente corregible si se toma conciencia de ella y no acarrea males mayores; por el contrario puede convertirse en una experiencia enriquecedora. En cambio, la división estructurada ya ha destruido, crea distancias que son en general difícilmente salvables y enfrenta a los hombres de un modo que muchas veces es irreconciliable.

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