29 de enero de 2010

¡Oh, qué cosa bella es la agricultura!

He de confesarlo, estoy muy pero muy contenta, jamás hubiese imaginado (que al lado de lo extenuante, arriesgado y difícultoso) cuán gratificante es el trabajo en el campo, no tiene nada con qué comparársele.

Oh, pues bien, han de estarse preguntando qué tiene que ver la agricultura con este blog? Tiene mucho que ver, tiene que ver porque desde mayo del año pasado soy agricultora, o al menos me he estado preparando para serlo y ya sabemos que para una persona de fe ésta se hace vida y vivir intensamente mi fe es lo que he hecho últimamente, claro que tiene mucho que ver. Como les digo, salté de comunicador gráfico a productora de lechugas y chile hidropónico. Así como lo oyen, como quien dice, de malabarista a analista de laboratorio.

Y el gozo a qué se debe? Se debe a que ha sido un proyecto familiar, en el que mi hermano Pepe y yo (que jamás habíamos trabajado juntos) nos hemos involucrado de lleno, sobre el cual hemos trabajado (él más que yo, si no quiero faltar a la verdad) a brazo partido. Un proyecto en el que hemos madurado, nos hemos entusiasmado, alegrado, ilusionado, en el que hemos sufrido juntos, asustado, preocupado, enfadado, perdonado y vuelta todo a empezar.

Papá me decía el otro día que estaba yo bastante ofuscada por una situación en particular, que tuviera paciencia. Hombre sabio mi papá, tenía razón.

Quiero darle gracias a Dios, porque de no ser porque hemos perseverado juntos en esto a pesar de nuestras debilidades, no habríamos llegado a este momento.

Dios, Padre amado, te doy gracias. Gracias te doy por mi hermano Pepe, gracias te doy por sus flaquezas y las mías, pero también por sus destrezas y las que he desarrollado, agradézcote también los talentos con que nos has regalado pero especialmente, por esa pequeñita cosa en la que ya casi nadie repara, que es la Voluntad. Gracias porque nos hemos fortalecido en ella, gracias porque junto a ella han ido caminando la Fe, la Esperanza y el Amor, gracias porque al final del día de hoy (tan lleno de complicaciones) -mi hermano y yo- nos hemos dado un cálido abrazo de hermanos "hermanables".

Somos tus hijos, Señor querido, no puedo siquiera imaginar lo que pueda significar para ti que nos ames como amas a tu Hijo, pero aún así, deseo agradecerte que lo hagas, que nos ames a mi hermano y a mi tan entrañablemente como lo haces.

Señor, que este proyecto sirva para todo lo que deseamos, pero particularmente, para que podamos ser pequeños empresarios agrícolas que den testimonio de su Fe mediante la Caridad.

Y que mamá, que está contigo allá en el Cielo junto con abuela y la Virgencita querida, se alegren con nosotros, porque "gordas amadas", de verdad, ésto vale la pena.

Te amo, Señor, gracias y, quédate con nosotros, no permitas que jamás nos separemos de ti.

Amén

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