Ya próximas las elecciones en nuestro país, un católico costarricense para elegir su candidato habría de poner atención en tres temas fundamentales:
Para algunos atender esto estaría de más pero como conozco a mi gente y se que somos bastante campechanos (por lo que muchos –aún en pleno s. XXI- continuamos pensando que somos soberanos e independientes y todo eso) se que eso les hace pensar que nada de lo que acontezca en el “resto del mundo” podría realmente afectarnos, pero no es así y para ser este el s. XXI, deberíamos empezar por quitarnos la venda de los ojos: no somos independientes. Soberanos si, pero hasta cierto punto, siempre y cuando no nos atravesemos en el camino de alguna de las ideologías de turno, potencias mundiales o entes financieros internacionales, nuestra soberanía puede “jugársela”.
Pues bien, eso en primer lugar: el contexto mundial. Seguidamente, debería considerar la historia de nuestro país y valorar cuál grupo humano, independientemente de en cuál partido político se encuentre, complementa y propulsa los valores cristianos, esos que nos han hecho como somos, que nos han forjado este carácter chispeante y bonachón más aún que los aspectos cívicos en los que nos hemos desenvuelto en el último siglo.
Eso en segundo lugar: la historia del país y en ella, el liderazgo de los grupos humanos que han promovido o defendido los valores cristianos. Seguidamente, analizar concienzudamente cada partido político. Son nueve, ¡caray!, un montón, a casi todos los conocemos, a unos mejor que a otros, porque de todos modos, unos y otros han surgido de gente que, de Liberación Nacional o de los Social Cristianos, ha salido para conformarlos.
En realidad, en términos generales, no hay mucha diferencia entre ellos, se han caracterizado más bien por ser personas que viniendo de una u otra línea ideológica, se han especializado –por decirlo así- en algunos aspectos clave de cada una de ellas, unos más hacia la izquierda, otros más al centro, otros hacia la derecha o bien, los que defienden causas específicas como es el partido de las personas no videntes.
Por causa de la variedad y de los matices que cada uno de ellos imprime a su propuesta de gobierno (si es que la tienen) es que quizá es difícil para algunos elegir.
Pero bien, no es para entretenernos en ello porque, para mi, que soy una mujer católica tica que prefiere simplificarse la vida, la cosa es sencilla, solo he de prestar atención (he aquí el tercer aspecto) a la doctrina y preguntarme: Cuál de todos ellos está dispuesto a defender al ser humano como criatura creada por Dios a su imagen y semejanza? Así de simple.
Algunos dirán que no debemos involucrar criterios “bíblico-doctrinales” en cuestión de política, pero no es cierto, debemos, y no lo digo yo, sino que lo dicen desde el Papa, pasando por los Obispos y terminando en la Doctrina Social de la Iglesia, pero además, porque de iluminar la vida con la doctrina de Jesucristo es de lo que se trata hacer vida la fe, si no, qué otra cosa podría ser?
Bien y si me permiten hacer una sencilla observación en torno a este tema, nada más háganse estas preguntas: cuál candidato estuvo determinado a no excluir a Dios de la Constitución, cuál está dispuesto a defender la vida desde la gestación, cuál comprende que la unión homosexual no ha de equiparase con el matrimonio, solo pregúntense a cuál de ellos le confiarían su última voluntad en caso de que se vieran en la dramática situación de sufrir una enfermedad terminal?
Criterios doctrinales son éstos que mencioné en el párrafo anterior, por eso les digo que hemos de conocer la doctrina para vivir nuestra fe; y es que la fe hecha vida supone el compromiso de nuestra libertad, libertad que no es tal si no es en relación con nuestros semejantes y de nuestra responsabilidad para con ellos.
De todo esto, solo un candidato de los partidos mayoritarios es poseedor, solo uno. Queda en ustedes descubrir, analizando el contexto mundial, la historia y el liderazgo de los diversos grupos humanos de nuestro país, así como la doctrina de la Iglesia, cuál de ellos es esta única e irrepetible persona.
Para esa persona habría de ser el voto de un católico costarricense.